viernes, 31 de agosto de 2007

31 de agosto de 1813

San Sebastian en el siglo XIX. (Fotografía del museo San Telmo.)

Ciudad de San Sebastián, dos de la madrugada:

Despues de varios días de intenso bombardeo, en que se logra un mayor ensanchamiento de la brecha abierta en un primer asalto sin éxito el 25 de Julio, asalta la ciudad una columna de voluntarios (llamados "Los desesperados") que al llegar a lo alto de la brecha se encuentran con la sorpresa de que están a 4 m. de altura sobre el suelo de la ciudad. Las tropas francesas aprovechan este desconcierto para acribillarlos.

Dos meses antes el ejercito francés en plena huida del territorio español, habia dejado unos 3.000 soldados en la plaza fuerte de San Sebastian para cubrir su retirada.

Cuando paracía que a las tropas de asalto no les quedaba más remedio que la retirada, un incendio fortuito producido durante la refriega, alcanza el depósito de munición francés, sembrando el desconcierto en este bando, momento que aprovenchan los asaltantess para penetrar en la ciudad, obligando al ejercito francés a replegarse hacia el castillo de la Mota, donde capitularán el día 8 de Septiembre.

Mapa de la batalla de San Marcial. (Fotografía de www.1808-1814.org.)

Dispuestos los franceses a socorrer la plaza de San Sebastián, cruzaron el río Bidasoa poco antes del amanecer, por los vados situados entre Hendaya y el puente destruido del Camino Real en Behóvia, enfrentandose al IV ejército español (o de Galicia), que los defendía, dando lugar la 2ª Batalla de San Marcial. Tras rechazar varias veces el ataque enemigo, las tropas españolas lograban una victoría aplastante, mientras, las tropas anglo-portuguesas del Duque de Wellington (quien acudió tras la batalla) se dedicaban a saquear e incendiar toda la ciudad de San Sebastián, (acto que duró toda una semana), salvo las casas de la calle Trinidad, que era donde se alojaban los oficiales aliados. Por este motivo a esta calle se le llama ahora "calle del 31 de Agosto".

(Fotografía de www.diariovasco.com)

El conde de Toreno describió de esta manera la situación: «Melancolízase y se estremece el ánimo sólo al recordar escena tan lamentable y trágica, y a que no dieron ocasión los desapercibidos y pacíficos habitantes, que alegres y alborozados salieron al encuentro de los que miraban como libertadores, recibiendo en recompensa amenazas, insultos y malos tratos. Anunciaban tales principios lo que tenían aquellos que esperar de los nuevos huéspedes».

«No tardaron en experimentarlo, comportándose en breve los aliados de San Sebastián como si fuese ciudad enemiga, que despiadado y ofendido conquistador condena a la destrucción y al pillaje. Robos, violencia, muertes, horrores sin cuento, sucediéndose con presteza y atropelladamente. Ni la ancianidad decrépita, ni la tierna infancia pudieron preservarse de la licencia y desenfreno de la soldadesca, que furiosa forzaba a las hijas en el regazo de las madres, a las madres en los brazos de los maridos, y a las mujeres todas por doquiera. ¿Qué deshonra y atrocidad!». (La calle de la memoria, Mikel G. Gupergui)


San Sebastián conmemora aquel día fatídico de 1813.

Los actos de recuerdo comenzaron a las 18:30 en la plaza Zuloaga, (junto al Museo de San Telmo) con la escenificación del combate que tuvo lugar entre los dos bandos, de la mano de miembros de diferentes sociedades, entre ellas diez barriles de Amaikak Bat. A las 21:30 horas, se procedeió al tradicional apagón y posterior encendido de velas en la calle 31 de agosto.


Para saber más:

Efemérides españolas
Guerra de la Independencia española, 1808-1814
Historia de San Sebastián

jueves, 30 de agosto de 2007

Ermita de Santiago (Hernani)

Ermita de Santiago en Pagoaga, Hernani.

Edificio exento de planta rectangular y cubierta a dos aguas. Los muros de fachada son de mampostería raseada, con dovelas en los arcos y piezas sueltas de adorno de cantería. La fachada principal se remata con una espadaña. Fue construida en 1.935, por el arquitecto Antonio Ubarrechena. Según un catálogo de patrimonio elaborado en 2004 era propiedad del ayuntamiento de Hernani y de uso religioso, pero parece que hoy día se usa como vivienda.

Vista lateral. ==>

Nombre oficial:

Ermita de Santiago

Dirección:

Valle de Pagoaga, nº 4
C.P.: 20120 Hernani

*Cómo llegar:

- Desde Hernani:

Salimos en dirección a Astigarraga hasta la rotonda de la gasolinera de Karabel y allí giramos a la derecha y tomamos la carretera en dirección a Goizueta (Gi-3410) hasta su paso por el barrio de Pagoaga. La ermita se halla al final del barrio, a la izquierda de la carretera, justo antes del acceso al polígono industrial.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Mapa de la ruta de Akola (Hernani)

Mapa de la ruta de Akola



1- Aparcamiento, 2- Caserío Ereñozu,
3- Ermita de San Antonio, 4- Merendero Akola,
5- Dolmen de Sagastieta II, 6- Dolmen de Sagastieta I,
7- Dolmen de Akola II, 8- Dolmen de Arrichieta,
9- Dolmen de Akola I, 10- Dolmen de Igoin II,
11- Dolmen de Igoin I, 12- Ruinas Real Fábrica de Anclas.




Rojo = Monumentos
Naranja = Camino de la ruta
Morado = Carretera
Verde = Sendero alternativo



Para ver la descripción de la ruta, pinche aquí.


Mapa en Google Maps:


Ver mapa más grande

Los escondrijos de Araotz

En las tierras agazapadas de Araotz encontramos algunos de los hitos más curiosos de Gipuzkoa: una gruta con restos de animales prehistóricos, una cueva en la que se celebraban ritos de raíces celtas y la historia de Lope de Aguirre, el explorador rebelde y cruel que desafió a Felipe II.

ANDER IZAGIRRE
www.anderiza.com

El valle oñatiarra de Araotz es uno de los rincones más escondidos de Gipuzkoa. Está hundido entre las sierras de Aizkorri, Zaraia y Elgea, en una cuenca a la que se accede por el desfiladero de Jaturabe. La entrada es vertiginosa. La carretera baja en picado hacia un abismo boscoso, a los pies del monte Orkatzategi, en cuyo paredón calizo se abre el tremendo ojo de Aitzulo, que parece vigilarnos. Si nos detenemos a contemplar este paisaje inquietante, escucharemos el susurro del viento que peina los pinares allá abajo y asistiremos al vuelo circular de las rapaces. En el fondo del agujero, la carretera cruza un puente y se interna por el angosto paso de Jaturabe, que fue refugio para los guerrilleros carlistas del cura Santa Cruz y pasillo de contrabandistas tras la Guerra Civil. Esta garganta encierra un pequeño embalse, una lámina de agua que embellece aún más el paraje de bosques y roquedos verticales.

Para conocer algunos de los secretos más llamativos de Araotz debemos colarnos en las entrañas de la tierra. En la base del macizo de Aizkorri se encuentran las tremendas galerías del complejo kárstico Gesaltza-Arrikrutz, un laberinto excavado durante miles de años por los ríos Aldaola y Arantzazu que se extiende durante 14 kilómetros en seis alturas superpuestas.

Aquí trabajaron los pioneros guipuzcoanos de la espeleología, la arqueología y la paleontología, y además de formaciones maravillosas (estalactitas, estalagmitas, columnas, salas, lagos y ríos subterráneos ) descubrieron algunos restos de viejas presencias: el esqueleto completo de un león de las cavernas (especie desaparecida hace diez mil años), huesos y cráneos de panteras, y huesos de hasta doscientos osos. Desde el pasado junio los visitantes pueden recorrer durante una hora un tramo acondicionado -una galería por la que antaño corría el arroyo Aldaola- y sentir escalofríos ante el rugido del león o ante el vértigo que producen las estalactitas y estalagmitas labradas gota a gota durante milenios.

La cueva de Sandaili

Y al otro lado del desfiladero de Jaturabe, en las paredes del monte Orkatzategi, se abre una covacha menos espectacular pero bien surtida de mitos y leyendas, quizá tan antiguas como los huesos de las bestias prehistóricas de Arrikrutz. Es la cueva de Sandaili o San Elías, en cuyo interior se empotra una ermita.

Unos 250 metros después de pasar la presa, más o menos en la cola del pequeño embalse, a mano derecha queda un pequeño rellano que permite aparcar tres o cuatro coches al pie del roquedo. Allí, justo donde un panel indica las vías de escalada practicables en estas paredes, arranca una pista que en cinco minutos de paseo nos conduce hasta Sandaili.

Al pie de la gruta se levanta una vieja casona en la que vivía una serora. Y junto a las escaleras que suben hacia la ermita encontramos una especie de abrevadero de piedra labrada, que recoge las gotas que rezuman de las paredes. Estamos en el escenario de unas misteriosas ceremonias de fertilidad, que probablemente hunden sus raíces en remotas creencias de origen celta y que se prolongaron hasta la segunda mitad del siglo XX. Como recogió el etnógrafo José Miguel de Barandiarán en su Diccionario ilustrado de la mitología vasca, las mujeres de Salinas de Léniz venían hasta Sandaili y sumergían en la bañera de piedra tantos dedos de la mano como hijos quisieran alumbrar. Entre las de Oñati, en cambio, la costumbre consistía en meterse en el agua hasta la cintura, «operación que se expresa con la palabra berau, ablandarse». Otras mujeres dejaban ofrendas de ceras y aceites, se lavaban las manos con el agua milagrosa o mojaban ropas infantiles. Y también caminaban hasta esta cueva los habitantes de algunos pueblos alaveses cercanos, que venían a pedir lluvias en tiempos de sequía.

Estos labradores rezaban a San Elías, a quien está consagrada la ermita de la cueva, pero en realidad ese nombre podría ser la adaptación cristiana de un viejo culto pagano. La denominación de la gruta, Sandaili, quizá no derive de San Elías sino de Santa Ylia. Y Santa Ylia podría relacionarse con la diosa Ivulia, uno de los cultos anteriores a la llegada de los romanos, mencionado en una inscripción hallada en Forua (Vizcaya). La relación no se limita al parecido entre los nombres: la diosa Ivulia se vinculaba con el culto a las aguas, precisamente el que se practicaba en esta cueva de Araotz.

En el fondo de la gruta se hallaron huesos humanos y fragmentos de vasijas, probablemente de aquellos antepasados prehistóricos que iniciaron estas ceremonias mágicas con las aguas de Sandaili. Hoy en día se venera una imagen de San Elías, de la que también se cuentan un buen puñado de historias curiosas. Una leyenda recogida por el investigador Manuel Lekuona dice que San Elías era del pueblo alavés de Narbaxa. Como el santo se dedicaba a denunciar los vicios y las maldades de los vecinos, acabaron echándolo a pedradas y tuvo que refugiarse como ermitaño en esta cueva de Araotz.

En otra versión se cuenta que los vecinos de Araotz entraron en la iglesia de Narbaxa y se llevaron el santo para beneficiarse de sus poderes meteorológicos. Eso explica las peregrinaciones de los alaveses, que se quedaron sin santo y no les queda otra que caminar hasta Sandaili. Y en la Historia de Oñate, de Ignacio Zumalde, se dice que el santo Elías se enfadó con sus hermanos San Julián y San Andrés, santos titulares de otras dos ermitas oñatiarras, y se vino a vivir a este agujero.

El terrible Lope

Después del paso de Jaturabe, el valle empieza a abrirse y la carretera sube hasta Elizaldea, el núcleo principal de Araotz. Un puñado de caseríos se arracima en torno al magnífico torreón cuadrado de la iglesia de San Miguel Arcángel, que también luce un pórtico apoyado en columnas. Y alrededor se apiñan la bolera, el frontón, la casa cural y la vieja escuela.

En estos parajes nació Lope de Aguirre, el explorador del que se cuentan tales barbaridades que algunas se han convertido en leyenda. Como ejemplo de su terquedad y de su furia suele relatarse la persecución a la que sometió al juez Esquivel. Este hombre hizo arrestar a Lope de Aguirre y ordenó que se le azotara en público, como castigo por violar las leyes que protegían a los indios. Aguirre, ofendido porque su condición de hidalgo le debía haber ahorrado la humillación, juró vengarse. Dicen que el juez, asustado, cambió de residencia varias veces entre Potosí, Quito y Cuzco, y que Aguirre le siguió a pie durante tres años hasta que lo atrapó y lo mató.

Pero la aventura mejor documentada y más famosa es la de la búsqueda de El Dorado, que degeneró en una orgía sangrienta. En 1560, el virrey de Perú organizó una expedición por el río Marañón para buscar la legendaria ciudad de El Dorado. Así, con el cebo de riquezas fabulosas, se quitó de encima a varios centenares de soldados y mercenarios muy peligrosos. Entre ellos viajaba Lope de Aguirre, quien al cabo de un año participó en los asesinatos de Pedro de Ursúa y su sucesor Fernando de Guzmán, comandantes del grupo. El oñatiarra se puso al mando, se proclamó príncipe de Perú, Tierra Firme y Chile y envió su famosa carta al rey Felipe II. En ella le anunció que se salía de su obediencia, que prometía hacerle «la más cruda guerra que nuestras fuerzas pudieran sustentar y sufrir», le decía que «van pocos reyes al infierno, porque sois pocos» y firmaba como «hijo de fieles vasallos en tierras vascongadas, y rebelde hasta la muerte por tu ingratitud, Lope de Aguirre, el Peregrino». En sus andanzas no sólo atacó a las tropas que lo perseguían sino que arrasó las aldeas nativas que encontraba por el camino y mató a 72 compañeros de su propia expedición. Al final lo capturaron, lo ejecutaron, lo descuartizaron, metieron su cabeza en una jaula y enviaron sus restos a varias ciudades venezolanas para que se los echaran a los perros.

En la tierra natal de Lope de Agirre podemos emprender una excursión más sosegada, ideal para conocer a fondo el valle: la ruta circular PR-GI 102 o Senda del agua, un recorrido señalizado con pinturas amarillas y blancas que requiere tres o cuatro horas (existe un panel detallado junto a la plaza de Elizaldea). El camino baja primero al barrio de Ugaran (en la carretera por la que hemos subido), cruza el río Saratxo y alcanza los caseríos de Zubia, donde vemos un molino y un lavadero. A partir de aquí subimos por la montaña, entre pinares, praderas y manchas de fresnos, hasta la espectacular cueva de Aitzulo, ese gran ojo que ofrece vistas de buitre sobre la comarca. Luego ascendemos al pequeño embalse de Araozta y seguimos el canal hasta el llano de Ugastegi, donde encontramos un abrevadero, una chabola y la ermita de Santa Cruz, en un paraje con vistas preciosas sobre el valle. Bajamos por el caserío Agerre y el barrio de Aizkorbe y desembocamos en la plaza de Araotz. Es un paseo ideal para explorar uno de los parajes más recónditos y hermosos de Gipuzkoa.



*Cómo llegar:

- Desde Oñati:

Tomamos la carretera que va a Arantzazu (GI-3591). Después de pasar por el barrio de Uribarri, en un cruce señalizado nos desviamos a la derecha (GI-3592), bajamos al paso de Jaturabe y seguimos hasta Araotz.

Excursiones: Al ojo de Aitzulo. Esta cueva, de fácil acceso, atraviesa la montaña de Orkatzategi de lado a lado y ofrece unas vistas espectaculares. Desde Araotz se sube siguiendo la denominada Senda del Agua. A la pirámide de Andarto. Desde la plaza de Araotz, seguimos las indicaciones Andarto/Degurixa. Las marcas blancas y amarillas nos llevarámn a los pies del Andarto Txiki, y luego buscarán la cara sur del Andarto y para acabar trepando hasta la cumbre de la pirámide caliza (1.076 m.), asomada sobre la depresión herbosa de Degurixa. Aproximadamente, una hora y media de caminata.

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martes, 28 de agosto de 2007

Ruta de Oyanleku (Oyarzun)

Por esta bonita ruta megalítica entre hayas y pinos, podremos contemplar los cromlechs de Munerre, Oyanleku Sur y Norte, Basate, Arrichurietaco gaña y Arrichurieta. Caballos, vacas y ovejas suelen pastar libremente por el monte, y a veces pasan la carretera. Anímales salvajes sólo he visto buitres.

Salimos desde el aparcamiento de Munerre donde hay un panel informativo. Aquí se encuentra junto al camino de la izquierda, el cromlech de Munerre, del que se puede apreciar un unico testigo a modo de menhir. (650 m. s.n.m.)

Vista desde el merendero, de los cromlechs de Oyanleku Norte y Basate, arriba.

Bajamos por el camino de la derecha durante unos 500 m. hasta toparnos con una pequeña loma, Oyanleku u Oianleku (600 m. s.n.m), el camino lo rodea por la derecha, pero atajaremos subiendo en linea recta y en la cima encontraremos el cromlech de Oyanleku Sur. De allí continuamos unos 180 m. por el hayedo hasta el merendero y de éste a unos 150 m. al final de la campa, se halla el cromlech de Oyanleku Norte justo al principio de la cima de Basate (630 m.s.n.m), donde se hallan los cromlechs del mismo nombre, apenas a una decena de metros.


Basate desde la campa de Arrichurieta. =>

De aquí seguimos hacia delante por el sendero de bajada entre los pinos durante unos 500 m. hasta el final del pinar, desde donde podremos contemplar justo en frente la campa de Arrichurieta (Arritxurieta-ko gaña) y el camino a seguir. Aquí tenemos unos 100 m. de bajada en zig-zag con una gran pendiente hasta el camino, por donde luego se puede volver al merendero de Oyanleku, con una subida bastante más cómoda.


<= Campa de Arrichurieta.

Desde donde tomanos el camino hasta el cruce donde empieza la campa hay unos 600 o 700 m. según si atajamos o tomamos el camino de cemento. Desde aquí vamos hasta el final de la campa, donde se halla el cromlech de Arrichurietaco gaña.(450 m. s.n.m.) Seguimos en dirección NorOeste por el sendero de bajada que pasa por la izquierda del pinar y a unos 200 m., entramos en una arboleda.

Continuamos el sendero entre los árboles unos 150 m. hasta llegar a las grandes rocas que dan nombre al monte Arrichurieta ("Arritxurieta" lugar de piedras blancas) de aquí seguimos bajando por el sendero de la derecha unos 130 m. hasta toparnos con el cromlech de Arrichurieta. Aquí podemos dar la vuelta y volver por donde hemos venido, o seguimos bajando unos 200 m. hasta llegar a un camino transversal, vamos hacia la izquierda y bajamos unos 340 m. hasta llegar un camino de cemento, vamos hacia la izquierda y subimos unos 380 m. donde tenemos una fuente, seguimos subiendo otros 600 m. y llegamos hasta donde acaba el sendero de Basate, y aquí tomamos el camino antiguo camino de Artikuza, que bordea el monte por la izquierda y subimos pasando por el merendero de Oyanleku hasta Munerre.

Recorrido de unos 6 km. y una duración aproximada de 2 horas, con un desnivel que va desde 320 m. en Arrichurieta hasta 650 m. en Munerre.

Para ver el mapa de la ruta, pinche aquí.


*Cómo llegar:

- Desde Alcibar:

Desde el barrio de Alcibar (Altzibar) tomamos la carretera Gi-3633 en dirección a Artikuza (Artikutza). A unos 14 km. encontraremos a la izquierda de la carretera un acceso señalizado hacia el aparcamiento de Munerre.

lunes, 27 de agosto de 2007

Ermita de San Antonio de Padua (Hernani)

Iglesia parroquial de San Antonio de Padua, en Ereñozu. (s. XIX)

Es un edificio exento de planta rectangular, con muros de mampostería vista. Su cubierta es inclinada, de teja árabe, de desarrollo diferente, que remata la fachada principal con una espadaña de piedra de sillería. La fábrica del edificio es de mampostería vista en la mayor parte de la fachada.

La Ermita fue construida entre 1.824 y 1.866 en el barrio rural de Ereñozu, junto a la carretera de Goizueta. Con motivo de su 50º aniversario, el 13 y 14 de Junio de 1916, se celebraron las bodas de oro con la inauguración de un precioso altar construido por la casa Apellaniz de Vitoria.

El popular bersolari Txirrita (1860-1936), nacido en este barrio, cantó sus primeros versos de niño ante esta ermita.


Nombre oficial:

Iglesia parroquial de San Antonio de Padua

Dirección:

Bº rural de Ereñozu, nº 1. Hernani.
C.P.: 20120

*Cómo llegar:

- Desde Hernani:

Salimos en dirección a Astigarraga hasta la rotonda de la gasolinera de Karabel y allí giramos a la derecha y tomamos la carretera en dirección a Goizueta (Gi-3410) hasta su paso por el barrio de Ereñozu. La ermita se halla en medio del barrio, a la izquierda de la carretera.

La otra cara de Artikutza


Mañana se celebra la romería anual de Artikutza. Este paraje, admirado por sus bosques espléndidos, esconde otra faceta menos conocida: la de un pasado industrial efervescente, con ferrerías, trenes y traídas de aguas.


ANDER IZAGIRRE
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En el paraje de Labeeta, junto a un enorme horno de calcinar mineral, Iñaki Uranga señala un sendero que trepa ladera arriba, se cuela en el bosque y pronto se pierde entre helechos y zarzas. «A partir de aquí comienza la Artikutza profunda. Es una zona muy mala para caminar, parece la jungla, pero vas subiendo y en cualquier rincón encuentras una plataforma carbonera, un muro de piedra o una bocamina. Aquí abundaba el agua y la madera, además había minas de hierro, cobre y caolín, así que durante siglos Artikutza fue un centro industrial de primer orden».
Esta idea choca con la percepción un tanto idílica que planea sobre Artikutza. Casi todo el mundo sabe que en esta finca de 3.686 hectáreas, enclavada en Goizueta (Navarra) pero propiedad del Ayuntamiento de Donostia, se extiende un océano de hayedos y robledales, surcado por itinerarios que se asoman a cascadas, arroyos y embalses, un paraíso en el que se refugian corzos, gatos monteses y vacas betizus. En definitiva, un edén protegido de las máquinas, los humos y los ruidos. Todo eso es cierto. Pero hace cien años era todo lo contrario.

Hace cien años, las laderas de Artikutza estaban peladas por una deforestación brutal (después de tantos siglos de explotación maderera para alimentar a las ferrerías y los astilleros) y veían pasar un tren renqueante, cargado de mineral de hierro, que superaba el macizo de Bianditz a través de túneles, puentes y planos inclinados.

Por la huella del tren

El primer tramo de ese ferrocarril se abrió en la vertiente guipuzcoana de Bianditz, en 1898, desde las minas de hierro de Zorrola (en el barrio oiartzuarra de Karrika) hasta la estación de Errenteria, donde enlazaba con el Ferrocarril del Norte. Por aquellas fechas, a Karrika llegaban volando cestos de carbón vegetal y de hierro de las minas de Elama: desde el lado navarro de la montaña, la Compañía Forestal de Artikutza sacaba su producción por medio de un sistema de cables aéreos. Los cables desaparecieron cuando se amplió la línea de tren hasta Artikutza, con una obra que obligó a trazar tres planos inclinados para salvar los desniveles. Un plano inclinado es una rampa con mucha pendiente y dos vías paralelas, por las que los vagones suben y bajan enganchados a una cadena, gracias a un sistema de contrapesos (por ejemplo: vagones cargados de agua bajan por una vía, para hacer subir por la otra vagones cargados de mineral).

Con esos planos inclinados (dos en la vertiente guipuzcoana y uno en la navarra) se cosió una línea de 30 kilómetros entre Elama y Errenteria: el tren minero-forestal más largo de España. Pero el sistema era tan espectacular como lento y engorroso. En cada plano tenían que desenganchar los vagones, subirlos o bajarlos, y volverlos a enganchar a la siguiente locomotora. Hacían falta cuatro locomotoras y un montón de trabajadores en cada trayecto. Y la rentabilidad de las minas no justificaba semejante derroche. El tren de Artikutza se canceló en 1917. El tramo entre Karrika y Errenteria aún funcionó hasta los años 50 y se hizo famoso porque los errenteriarras se montaban en marcha a los vagones para acercarse a las sidrerías de Oiartzun.

Aquí proponemos seguir la huella del tren desde el collado de Bianditz hasta el valle de Elama. Con la ayuda de Iñaki Uranga y del guarda Jesús Mari Rubio, vamos a empezar buscando el túnel de Bianditz, muy cerca del collado por donde pasa la carretera. En el breve descenso hacia el caserón de Eskas (la entrada de Artikutza), a mano derecha tenemos un bosque. Debemos entrar en él andando, por un caminito que baja desde la carretera, y enseguida encontraremos una pista y el viejo camino explanado del tren. Lo seguimos hacia arriba, hacia el paso de Bianditz, y pronto veremos un establo encajado en la montaña: está construido en la misma boca del túnel. Para ver el túnel -adivinarlo, al menos- hay que trepar un poco hacia la parte trasera del establo. Después volvemos sobre nuestros pasos, siguiendo el trazado del tren por el bosque, cuesta abajo, hasta encontrarnos con el arroyo de Iturla y un puente de piedra por el que circulaba el ferrocarril. Camino adelante, salimos a la carretera de Artikutza, un poco más abajo que Eskas.

Aquí mismo empiezan los dos senderos que bajan hasta el poblado de Artikutza: uno de ida, señalizado con un poste (Herria); y el otro de vuelta, unos metros más abajo siguiendo la carretera. Tomaremos éste segundo, que no tiene poste de señales pero es muy evidente: son cinco kilómetros que recorren, en su mayor parte, el trazado del viejo ferrocarril. Avanzaremos por un camino claramente alisado, con algunos pasos abiertos en la roca y muros de refuerzo.

Esta ruta ofrece el placer de caminar por las entrañas de un bosque espeso, regado por las lluvias más abundantes de la Península Ibérica, con desvíos a balcones naturales como el que se asoma al barranco de Erroiarri -una de las mejores panorámicas de Artikutza-. Pero, si se afila un poco la mirada, el paseo también ofrece todo un catálogo de oficios ya extinguidos. Las hayas trasmochas, ésas que crecen en forma de candelabro, fueron modeladas por los carboneros. Podaban algunas ramas, dejaban que crecieran otras, y obtenían madera sin tener que talar el árbol. También se ven formas artificiales en algunos robles, podados a horca y pendón, desviados con pesos y cuerdas para que los troncos adquirieran formas curvadas, las apropiadas para la construcción de barcos. Incluso encontraremos, tiradas en una ladera, dos misteriosas ruedas de molino. Nadie sabe qué hacen allí.

El camino desemboca en un cruce señalizado con postes. Debemos seguir la indicación hacia Artikutza, pero antes merece la pena seguir otra señal que apunta a los restos del tren. Entre la maleza emergen las ruinas de un edificio de piedra y un gran depósito de agua, restos minerales, tuercas, tornillos y pedazos de raíles. Estamos en la parte superior de un plano inclinado: desde aquí se aprecia perfectamente una gran rampa que baja comiéndose la ladera.

Agua para Donostia

En el minúsculo poblado de Artikutza, además de varios caseríos, la vieja taberna, el merendero y el frontón, se levantan el palacio de Olajaundi (la antigua casa del dueño de la ferrería) y la ermita de San Agustín. Estos dos edificios dan buenas pistas sobre la historia del lugar.

Entre los siglos XIII y XIX, el territorio de Artikutza perteneció a los monjes agustinos de Roncesvalles (por eso se celebra la romería anual el 28 de agosto, San Agustín, patrono de la ermita). Artikutza suponía una fuente de ingresos muy jugosa para los monjes, que cobraban rentas por la explotación de prados y bosques a los pastores, los ganaderos, los carboneros, los caleros y los ferrones. La abundancia de madera, hierro y agua impulsó la actividad de un buen número de ferrerías, que ya funcionaban al menos desde el siglo XIV.

Al salir del poblado por la pista que va hacia Goizueta, vamos descubriendo pruebas de que Artikutza fue durante siglos un núcleo industrial considerable. Pasamos junto a unos barracones abandonados, donde se alojaron los trabajadores de la presa de Enobieta, y más adelante, en la orilla del arroyo Elama, encontramos unos inmensos muros en ruinas que rondan los 700 años: es la ferrería de Gozarin, con su fragua y el puente de piedra del antiquísimo camino. No aguantó tanto el puente del tren, cuyos restos de madera pueden apreciarse al borde del río. En la pista asoma, de vez en cuando, un fragmento de raíl oxidado, retorcido, gastado. Y de pronto, varias tuberías de piedra vuelan por encima del arroyo Elama. Son viaductos, recuerdos de toda una aventura: la traída de aguas a San Sebastián.

A finales del XIX la capital guipuzcoana empezó a captar agua del río Añarbe. Pero en la primavera de 1902 brotó una epidemia de tifus que, además matar a varias personas, puso en peligro el veraneo de la familia real y el consiguiente tirón turístico. El foco tifoideo se localizó en algunos caseríos situados aguas arriba de las tomas, de manera que el Ayuntamiento decidió beber de los nacederos de los arroyos, para evitar contaminaciones humanas o ganaderas. Así se tendió una kilométrica red de tuberías cerradas, desde los mismísimos manantiales hasta las fuentes de la capital. Y así ganaron fama de pureza las aguas donostiarras.

El Ayuntamiento compró un caudal de 203 litros por segundo del río Elama (la finca de Artikutza ya estaba en manos privadas) pero a los pocos años se comprobó que tampoco bastaba. En 1919 adquirió la finca entera por 3.300.000 pesetas, una fortuna en aquella época pero una de las mejores inversiones para la calidad de vida de los donostiarras, porque se aseguraban unas aguas estupendas. Después vinieron el pantano de Enobieta, en los años 50, y el de Añarbe, ya fuera de la finca, en 1975.

El empeño donostiarra por cuidar la finca de Artikutza trajo una notable regeneración. Desde el principio, el Ayuntamiento donostiarra prohibió el paso del ganado para mantener limpias las aguas, cercó todo el perímetro y limitó el acceso de las personas; también se cerraron las minas y el tren, y el bosque autóctono recuperó terreno. Así se ha convertido Artikutza en un paraíso natural.

Pero no deberían olvidarse los restos de aquella larga historia industrial, sobre todo cuando el paso de los años los ha convertido en monumentos. Es el caso de los hornos de Labeeta, donde arrancaba el tren y donde acabamos la excursión. Queda en pie uno de los hornos, un imponente torreón, porque el otro lo derribaron para aprovechar sus piedras en la pavimentación de un camino. Hasta los hornos traían el mineral de hierro de los yacimientos a cielo abierto de Elama, para calcinarlo, y luego lo cargaban directamente en los vagones del tren. Éste es, por tanto, el corazón de aquel viejo ferrocarril. Y de aquí para arriba, como dice Uranga, la Artikutza profunda. Que ya es decir.


*Cómo llegar:

Desde el barrio de Altzibar (Oiartzun), la GI-3631 sube hasta la entrada de Artikutza (portería de Eskas). La carretera sigue hasta el poblado de Artikutza (7 km) pero los permisos para acceder en coche están limitados (se piden en el teléfono 943.481.000). Los caminantes y los ciclistas tienen paso libre.

Romería:

Mañana, 28 de agosto, se celebra la romería anual de San Agustín. No hace falta pedir permiso para entrar en coche.

Excursiones:

Artikutza ofrece dos itinerarios circulares, balizados con marcas blancas y amarillas. Uno recorre parte del perímetro de la finca, por las alturas (17 km). Otro baja desde Exkax hasta el poblado de Artikutza y regresa subiendo por el trazado del antiguo tren (11 km). También se puede pasear por la pista que rodea el embalse de Enobieta.

Visitas guiadas:

Durante casi todo el año se realizan visitas guiadas por distintos recorridos. Las del 2 de septiembre (en castellano) y el 16 (en euskera) seguirán el trazado del antiguo ferrocarril. Para apuntarse: 690 720 264.

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domingo, 26 de agosto de 2007

Caserío Ereñozu (Hernani)

Caserío Ereñozu (Txibilita)

Edificio exento de planta rectangular y dos alturas, con cubierta a dos aguas. Antigua casa solariega con muros de mampostería, rebocada en dos de sus fachadas y vista en las otras dos. Recercos de ventanas, conservándose cinco de arco conopial, cuatro de ellas agrupadas en dos con parteluz, en primera planta. Dovelas en puerta de acceso, con arco de medio punto, y esquinas en piedra sillar.

Esta antigua casa-torre fue convertida en caserío en el siglo XV, con diversas transformaciones posteriores. Se encuentra a la entrada del barrio de Ereñozu, al que da nombre, a la izquierda de la carretera.


Nombre oficial:

Caserío Ereñozu

Dirección:

Bº rural de Ereñozu, nº 8. Hernani.
C.P.: 20120

*Cómo llegar:

- Desde Hernani:

Salimos en dirección a Astigarraga hasta la rotonda de la gasolinera de Karabel y allí giramos a la derecha y tomamos la carretera en dirección a Goizueta (Gi-3410) hasta llegar al barrio de Ereñozu.

Memorias de Menosca

Durante mucho tiempo, romanos y várdulos convivieron en aparente armonía en Menosca -el territorio situado entre el Ernio y los ríos Oria y Urola- y en otros puntos de la actual Gipuzkoa. El Museo de Arte e Historia de Zarautz lo muestra este fin de semana aunando actividades lúdicas, espectáculo y rigor histórico.


Pocas cosas arredraban a las legiones romanas cuando decidían expandir el Imperio, y tampoco lo hizo la lluvia que recibió ayer en Zarautz a la Legio IIII Macedónica, que llegaba con una misión muy distinta de la que trajo a principios de nuestra era a la actual Gipuzkoa a esa legión creada por el mismísimo Julio César y enviada a Hispania para a hacer frente a los muy poco dóciles cántabros. La visita de este fin de semana, organizada al igual que la del pasado año por el Museo de Arte e Historia de Zarautz, tiene como objetivo dar a conocer a los zarauztarras y visitantes del siglo XXI qué sucedía en la Villa, en todo el territorio Menosca y en otros puntos de Gipuzkoa hace veinte siglos.

Y lo hace, como subraya el director del Museo Juan José Aranburu, «nadando contra corriente, porque hasta hace quince o veinte años se negaba con absoluta convicción la romanización de Euskadi». Los evidencias que han ido desvelando los investigadores que trabajan en Forua (Vizcaya), en Iruña-Veleia (Álava) y en otros muchos puntos de la geografía vasca entre los que se encuentran los yacimientos romanos guipuzcoanos de Irun, Oiartzun o Zarautz, sin embargo, están aportando pruebas suficientes como para revisar viejos postulados y recuperar la verdad histórica.

En el caso de Zarautz y su entorno -el territorio Menosca, término que aparece en algunos textos romanos clásicos- las excavaciones realizadas en el yacimiento de Santa María la Real muestran claramente que en el siglo I ya se había establecido junto al mar una comunidad de várdulos que habían descendido de las montañas. Juan José Aranburu indica que ese primer asentamiento estuvo con toda probabilidad relacionado con la presencia de los romanos, que iban estableciendose a lo largo de la costa -no es difícil trazar una línea imaginaria entre Oiasso y Forua- practicando el cabotaje y favoreciendo, de paso, el desarrollo de las comunidades autóctonas.

«Tenemos que olvidarnos de los romanos que llegaban siempre en pie de guerra y encontraban resistencia local -subraya Aranburu-, porque, si bien es cierto que los cántabros les opusieron resistencia, en la costa vasca no hay vestigios de batallas. La romanización no se limitó a la presencia militar, y tampoco era la militar la única función de las legiones. La romanización incluía la alfabetización, la enseñanza de nuevas técnicas...». De hecho -y los vestigios hablan una vez más-, el máximo esplendor de aquella primitiva Zarautz sobre la que se erigieron posteriores glorias coincidió con el apogeo del imperio romano, y sufrió un largo declive tras su caída.

Rigor histórico

Una de las novedades de este año con respecto a la primera edición es la incorporación de los várdulos a las Jornadas Romanas. Finalmente, una treintena de personas, entre adultos y niños, pusieron la parte correspondiente a la población autóctona que convivió con los romanos en términos bastante cordiales. «Era habitual -indica Juan José Aranburu-, que los locales se enrolaran en las legiones romanas asumiendo distintas funciones». El propio Ricardo Cagigal, creador y responsable del taller de reconstrucciones históricas que romaniza Zarautz por segundo año consecutivo e hizo lo propio con Vitoria hace unos días, afima que «estamos encantados de protagonizar estas Jornadas, pero lo propio es que la tradición pase a manos de los várdulos, ya que eran ellos los que estaban aquí asentados».

Las Jornadas, enmarcadas en el proyecto de convertir el Museo de Arte e Historia de Zarautz en un museo vivo, tienen como objetivo fundamental la divulgación histórica a través de fórmulas atractivas para el gran público pero sin renunciar en absoluto ni a la verosimilitud ni a la verdad que se deriva de años de investigación, tanto en la recreación de los hechos como en los elementos -trajes, armas, tácticas y técnicas...- que se utilizan para ello. Un rigor que se extiende a una cuestión que ha provocado algún que otro comentario: el nombre de la Legión -la cuarta Macedónica- cuyo ordinal está escrito con cuatro 'palotes' no porque se trate de un lapsus sino porque la V -imprescidible para el IV- llegó más tarde...

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romanos y várdulos en Zarautz

Aranzadi investiga en Astigarraga un poblado de hace dos mil años

Descubren en Santiagomendi cerámicas, bellotas y otros objetos

SAN SEBASTIÁN. DV. Las excavaciones que la Sociedad de Ciencias Aranzadi está llevando a cabo en Santiagomendi , en la localidad de Astigarraga, han revelado que se trata de un poblado de más de dos mil años de antigüedad. Los investigadores han destacado la importancia del lugar para el conocimiento de la Prehistoria reciente y de los cambios producidos en el territorio con su entrada en el ámbito del Imperio romano.

Entre los restos recuperados destacan numerosos fragmentos de cerámicas, carbones, algunas bellotas carbonizadas, restos de adobe de las paredes de las viviendas y una cubeta excavada en la roca, entre los elementos más reseñables. El lugar fue ocupado a lo largo del primer milenio antes de nuestra era y fue, probablemente, abandonado con la incorporación del territorio al ámbito romano, en torno al cambio de era.

«Las viviendas presentaban paredes de barro y techumbres vegetales, y conforme a lo que se ha ido conociendo en otros yacimientos similares de Guipúzcoa, su base de subsistencia serían la agricultura y la ganadería. En el caso de Santiagomendi se cuenta además con testimonios funerarios como los cromlechs existentes en el área», explica el equipo de Aranzadi.

Los trabajos han sido posibles gracias a la financiación del Ayuntamiento de Astigarraga y de la Diputación Foral de Gipuzkoa así como al trabajo voluntario de estudiantes y licenciados en Historia, que bajo la dirección de Manuel Ceberio, han dedicado parte de sus vacaciones al conocimiento del pasado.

Catas de cerámicas

Las investigaciones en el lugar fueron iniciadas en 1990 por María Teresa Izquierdo, en el contexto de un proyecto más amplio orientado al conocimiento de la franja litoral guipuzcoana en época antigua. En 2005 Jesús Manuel Pérez Centeno y Manuel Ceberio se hicieron cargo de los trabajos, continuando este último al frente desde 2006.

Fue a partir de 1993, con la recuperación en unas catas de cerámicas prehistóricas, cuando se descubrieron dos cromlech, una estructura de combustión y un espacio de habitación. También se localizaron materiales que pudieran ser adscritos culturalmente al Calcolítico-Bronce, a la Edad del Hierro y a inicios de la época romana.

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sábado, 25 de agosto de 2007

Cromlechs de Ecio II (Hernani)

Vista meridional de los cromlechs de Ecio II.

El conjunto de Ecio II (Ezio) consta de 4 cromlechs que miden entre 4´50 y 6 metros de diámetros y tienen de 13 a 20 testigos, salvo uno incompleto. Compuestos de areniscas, pizarras, cuarzos y pundigas del terreno. Se hallan situados en una pequeña campa del collado de Ecio (Ezioko Soroa), entre la Peña de Ecio (Ezioko Harriya) y el rellano donde están los cromlechs de Ecio I (Ezioko Tontorra), 200 m. más al Norte.

Cromlech nº 1, ovalado, tiene 4´50 m. por 4´80 de diámetro y 13 testigos que apenas sobresalen del terreno, carece de ellos en el sector sudoriental. Descubierto en 1979 por J. M. Hernandez Gurmendi y L. P. Peña Santiago.

Cromlech nº 2, tiene 5 m. de diámetro y 15 testigos, entre los que destacan 8 de entre 15 y 35 cm. Descubierto en 1979 por J. M. Hernandez Gurmendi y L. P. Peña Santiago.

Vista septentrional de los cromlechs de Ecio II. ==>

Cromlech nº 3, tiene 5´60 m. de diámetro y 20 testigos entre los que destacan 12 de entre 15 y 25 cm. Descubierto en 1981 por L. del Barrio y Tx. Ugalde.

Cromlech nº 4, tiene 5´80 m. de diámetro, compuesto de numerosos bloques pequeños que apenas sobresalen del terreno, situados también en su interior. Carece de testigos en su arco meridional y solo puede delimitarse por 5 testigos en el arco septentrional. Descubierto en 1988 por L. del Barrio y A. Uriz.


Nombre oficial:

Ezioko Soroa

Coordenadas:

ED50:
UTM 30: X=587683 m. Y=4784570 m. altura=454 m.
geográficas: longitud:-1 55 14.3 latitud:43 12 28.9 altura=454 m.

WGS84:
geocéntricas: X=4653992 m. Y=-156171 m. Z=4344632
geográficas:longitud:-1 55 18.9 latitud:43 12 24.9 altura=504


*Cómo llegar:

- Desde los cromlechs de Ecio I:

Detrás de los cromlechs sale un camino a la izquierda que baja 200 m. hasta el collado de Ecio. A mediados de Agosto de 2007 este camino está cortado por la maleza. En Febrero de 2008 la maleza que cubría tanto el camino de acceso como a los cromlechs ha sido cortada.

Romanos y várdulos en Zarautz

Tal como lo hicieron en el primer siglo de nuestra Era, un pequeño grupo de la IIII Legión Macedónica, acompañado por miembros de la Cohors I Gallica, llegará hoy a Zarautz dispuesta a dar durante todo el fín de semana una animada lección de historia que, mediante rigurosas recreaciones, mostrará cuál era el ambiente de la Roma Imperial y de las tierras que llegaron a dominar, al hilo de los recientes descubrimientos que se han realizado en Santa María la Real y en todo el territorio Menosca.

Los legionarios, que no llegan a Zarautz en son de guerra, instalarán su campamento en el parque de la Rosaleda a las 11.00 h. Durante su estancia en el parque explicarán a los visitantes cómo era su vida hace veinte siglos. Este año, la recreación cuenta con la novedad de incorporar a esta lección viva de historia a los várdulos, los zarauztarras de la época, que, tal como lo hicieron entonces, compartirán andanzas con los romanos. Hay ya un grupo de zarauztarras dispuestos a interpretar ese papel, pero a lo largo de todo el día los legionarios tendrán abierta la 'mesa de reclutamiento' para dar cabida a más personal local...

Programación de las jornadas romanas:

Días 25 y 26 de Agosto del 2007

11.00: En la Plaza de los Fueros, actuación de la Legio IIII Macedonica y la Cohors I Gallica, en la que se mostrarán las técnicas militares de la época romana.

12.00-14.00: Talleres infantiles de tablillas de cera, escritura latina y juegos de mesa en el parque de la Rosaleda.

16.00: Visita guiada en castellano al conjunto arqueológico-monumental Santa María la Real, centrándose en la ocupación romana.

17.00: Visita guiada similiara la anterior, en euskera.

19.00: La Legio IIII Macedónica y la Cohors I Gallica desfilarán por las calles de Zarautz hasta la playa, donde ofrecerán una exhibición a la altura de Munoa.

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jueves, 23 de agosto de 2007

Cromlechs de Ecio I (Hernani)

Cromlechs del rellano de Ecio (Ezio), en Hernani

Son 4 cromlechs de diámetros comprendidos entre 4´50 y 6 metros y de 12 a 22 testigos. Existía otro más, tumular, hoy arrasado prácticamente en su totalidad. A mediados de Agosto de 2007 los cromlechs se hallaban cubiertos de helechos y maleza. En Febrero de 2008 la maleza ha sido despejada. Los cromlechs de Ecio II o Ezioko Soroa se encuentran a 200 metros al Norte.

Aunque en vasco los denominen como "Ezioko Tontorra", cima o alto de Ecio, en realidad se hallan situados en un rellano en la ladera norte del monte Pagoluzieta o Pagalegiko tontorra, que se une a la cima de Ecio ("Ezioko Arriak", peñas de Ecio) mediante el collado de Ecio ("Ezioko Soroa", campa de Ezio)

Cromlech de Ecio I nº 2. ==>


Nombre oficial:

Ezioko Tontorra

Coordenadas:

ED50:
UTM 30: X=587613 m. Y=4784386 m. altura=472 m.
geográficas: longitud:-1 55 17.5 latitud:43 12 23 altura=472 m.

WGS84:
geocéntricas: X=4654128 m. Y=-156248 m. Z=4344511
geográficas: longitud:-1 55 22.1 latitud:43 12 19 altura=522

Plano de los cromlechs. ==>

*Cómo llegar:

- Desde Pagoaga:

Cruzamos el puente y subimos unos 300 m. por el camino paralelo a la carretera hacia Belazarte, donde el camino se vuelve de cemento y lo seguimos 1 km. hasta el alto de Iguerola donde acaba tras pasar un caserío. Al final del camino de cemento tenemos un panel informativo, cogemos el camino de la izquierda y recorremos unos 800 m. hasta un paso canadiense. Desde el paso canadiense seguimos subiendo 1 km. hasta Iturricho (Iturritxo) donde hay una bifurcación y una fuente de la que apenas gotea agua. Aquí giramos a la izquierda y seguimos subiendo unos 300 m. hasta la divisoria de aguas, donde cogemos el camino de la izquierda que va unos 100 m. por ella hasta un pequeño rellano donde están los cromlechs.

Aunque el camino desde Pagoaga hasta Iturricho es bueno, desde aquí hasta los cromlechs es un barrizal que obliga en algunos casos a abandonarlo saltando la valla. (Otra opción sería subir hasta lo alto de la loma y bajar desde allí, pero esta vía no sé si será posible.)

Segura, raíz de Gipuzkoa

Paisaje y paisanaje

Durante siglos fue una de las villas más poderosas de la provincia y conserva muy bien su carácter medieval. Es uno de los ejemplos más completos y más vivos para comprender cómo nació y creció Gipuzkoa.


ANDER IZAGIRRE
(www.anderiza.com)


Segura: el nombre no ofrece dudas sobre su principal cualidad. Se trataba de una de las villas guipuzcoanas mejor defendidas de la Edad Media, construida sobre una colina, rodeada por murallas, fosos, puentes levadizos y portales custodiados por torreones. La pared de la iglesia también formaba parte de la muralla y el campanario se asomaba como un mirador excepcional para vigilar los caminos de los alrededores.

Esa era la idea: controlar una ruta principal. Porque la fundación de la villa tiene mucho que ver con un gran boquete que se abre en la sierra de Aizkorri, el túnel de San Adrián, atravesado por una calzada de la que ya existen referencias en el siglo XI y que unía la Llanada alavesa con la costa guipuzcoana. Por ese paso natural, que se abre a 900 metros de altitud entre montañas de 1.500, empezaron a transitar peregrinos, mercaderes, viajeros, y así el valle del Oria se entrelazó con la gran trama de caminos de la Europa medieval. Por eso el rey castellano Alfonso X el Sabio ordenó fundar Segura, una fortaleza habitada: para proteger el camino, asegurar el transporte y fomentar el comercio.

Segura es probablemente el ejemplo más vivo y mejor conservado para mostrar cómo nació y se desarrolló la actual Gipuzkoa, cómo se poblaron y se urbanizaron los valles y las costas. La primera villa fue San Sebastián, fundada en 1180 por el rey navarro Sancho el Sabio, quien pretendía abrir un puerto marítimo para su territorio. Pero al poco tiempo, alrededor del año 1200, Gipuzkoa se separó de Navarra y se arrimó a la Corona de Castilla. Por eso, todas las demás villas del territorio fueron fundadas por monarcas castellanos. A veces los propios habitantes pedían la carta de fundación, pero casi siempre era la Corte la que decidía en qué lugares estratégicos convenía levantar nuevas poblaciones.

Las fechas de nacimiento de los pueblos guipuzcoanos dicen mucho sobre las políticas pobladoras de la época. Nada más hacerse con el control del territorio, lo primero que hicieron los reyes castellanos fue asegurar la costa cantábrica: entre 1203 y 1237 se fundaron Hondarribia, Getaria, Mutriku y Zarautz. El siguiente paso consistió en reforzar el valle del Oria, un pasillo crucial que unía Castilla con los territorios que los reyes poseían en Aquitania y con el resto de Europa, y a la vez una comarca amenazada por su cercanía con el reino enemigo de Navarra. No hay dudas sobre las intenciones de Alfonso X el Sabio. En 1256 fundó tres villas de una tacada, todas en la orilla del Oria: Tolosa, Ordizia y Segura.

La fortificada Segura se convirtió en una villa poderosa, capital de la región. Tenía derecho a armar un pequeño ejército propio, a aplicar la jurisdicción civil y criminal y a organizar el mercado de la comarca. En 1384 nueve pueblos y aldeas se adhirieron a Segura (Zegama, Zerain, Gabiria, Idiazabal, Legazpia, Mutiloa, Ormaiztegi, Astigarreta y Gudugarreta). Buscaban cobijo ante los ataques navarros, los asaltos de bandidos y las constantes guerras de linajes oñacinos y gamboínos que desangraron todo el País Vasco entre los siglos XIII y XV. Y de paso se aprovechaban de las exenciones, los fueros y los privilegios que correspondían a Segura. Más tarde también se unieron los pueblos de Ordizia, Zumarraga y Ezkioga. Y así la villa reunió un gran poder político: todos aquellos pueblos le cedían sus votos en las Juntas Generales de Gipuzkoa, de modo que durante un par de siglos Segura contó con una fuerza cercana a la de Tolosa y San Sebastián en las grandes decisiones que afectaban al territorio.

Palacios y fantasmas

En Segura había dinero hasta para fantasmas. Al calor del poder político y de los grandes negocios, ciertas familias amasaron fortunas y levantaron un buen número de mansiones. El palacio barroco de Lardizabal («el palazio que dizen encantado», actual ayuntamiento) contaba hasta con un espectro que lo recorría de sala en sala, un toque que siempre da categoría. Aquella saga de los Lardizabal se enriqueció con el negocio de las ferrerías en el pequeño valle de Urtsuaran y construyó su casa solariega en Segura a finales del siglo XVII. Entre otros personajes prominentes, allí nació Martín de Lardizabal, que fue alcalde de Madrid y Comandante General de Caracas.

Segura vio correr el dinero gracias a su posición estratégica en el camino, a los transportes, el alojamiento, el comercio y la aduana, pero especialmente fue la época de las familias del hierro. Las ferrerías, primera industria de Gipuzkoa, forjaron los linajes aristocráticos en las villas principales como Segura. El terreno abrupto de la provincia sólo era apto para la agricultura y la ganadería de pequeña escala, así que los guipuzcoanos se buscaron la vida con otros negocios: astilleros en la costa, ferrerías en el interior. El hierro fue el oro guipuzcoano. Daba trabajo a madereros, carboneros, mineros, transportistas, herreros, almaceneros y vendedores. Y con las fortunas del hierro se construyeron los palacios más vistosos. Segura es un museo viviente de esas mansiones: el palacio gótico de los Gebara, los barrocos de Balenzegi, Jauregi y Lardizabal, el palacio Arrue con su galería mudéjar...

No sólo destacan las mansiones nobles: la casa Ardixarra, del siglo XVI, es una joya de la arquitectura urbana. Se trata de una de las casas más antiguas de todo el País Vasco, de las pocas que se conservan con estructura de madera, y constituye un ejemplo único de las casas-taller que construían los maestros artesanos o los comerciantes de clase media. Porque la artesanía y el comercio también florecieron en esa época. En la villa surgieron los gremios de carpinteros, albañiles y herreros, con sus maestros, oficiales y aprendices; se abrieron posadas para albergar a los caminantes, jinetes y mensajeros que llegaban por el camino real; los letrados y los escribanos trabajaban a destajo en aquella economía boyante.

Decadencia oportuna

El camino trajo la prosperidad y encendió aquel brillo de la burguesía; el camino se llevó los negocios y apagó los brillos cuando lo desviaron por otros lugares. El nuevo trazado de las rutas principales acabó con el auge de Segura pero la decadencia ya venía de largo. El declive comenzó en el siglo XVIII, cuando las aldeas de su jurisdicción pidieron de nuevo la independencia y la consiguieron, después de pagar cuantiosos impuestos a una Corona de Castilla abrumada por las deudas y encantada de cobrar por otorgar competencias a los pueblos. En el siglo XIX llegó el declive de las ferrerías, por la competencia de los altos hornos alimentados con carbón mineral, y algunos de los negocios más rentables de la comarca tuvieron que echar el cierre. El golpe final llegó a mediados del XIX, cuando la carretera nacional se trazó a través de Etxegarate y la vía del tren se tendió entre Otzaurte y Legazpi. Quienes quedaron fuera del camino principal quedaron fuera de juego: la vecina Zegama, por ejemplo, contaba con 159 albergues para viajeros en 1876, y en 1910 ya no existía ninguno. Segura, sin el control sobre los pueblos de la comarca y apartada de las rutas comerciales, también languideció.

La suerte de Segura consiste en que ese aislamiento le impidió la industrialización y el desarrollo pero le dotó de la mayor ventaja con que cuenta hoy en día: el pueblo apenas ha vivido cambios en los últimos dos siglos y es la población guipuzcoana en la que mejor se ha mantenido el trazado típico de una urbe medieval. El casco, en forma de almendra, está recorrido por tres calles paralelas que se unen en un extremo; y la calle Mayor se corresponde con el Camino Real que atravesaba la villa. También mantiene las puertas de la muralla, con los nombres que indican las distintas direcciones que tomaba cada camino: el Portal de Arriba o de Castilla, el Portal de Abajo (salida del camino hacia la costa), el Portal de Navarra, el Portal de Zerain, también el Portal de Jauregi Y un conjunto de edificios en los que destacan los palacios y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, con aires de catedral y una de las mejores obras del gótico vasco.

Y además de las famosas procesiones de Semana Santa, desde hace unos años los habitantes de Segura organizan en verano una fiesta medieval en la que han llegado a participar trescientas personas vestidas de época, mostrando los trabajos y las costumbres de la época más esplendorosa de esta villa. El pueblo ha sabido jugar sus bazas: ya que no pudo dar el salto a la industrialización, se ha especializado en la Edad Media.


*Cómo llegar:

Por la N-I hasta la salida 416 (Idiazabal-Segura-Zegama). Aquí tomamos la GI-2637, que nos lleva hasta Segura.

Visitas: En un paseo breve por el casco de Segura se pueden observar los palacios, los templos, las puertas de la muralla Para apreciar mejor la visita, es recomendable acudir primero a la Casa Ardixarra, que acoge la oficina de turismo y el Centro de Interpretación Medieval. A través de vídeos, maquetas y paneles atractivos, conoceremos con detalle la historia de Segura, su peculiar urbanismo, la organización de los gremios, las luchas de bandos, la vida cotidiana en la Edad Media (Kale Nagusia, 12. Teléfono: 943 801749. Más información: www.seguragoierri.net).

Itinerario señalizado: También está señalizado el recorrido de Madura (con el título El agua, fuente de vida). Se trata de un paseo por los alrededores de Segura que permite conocer presas, ferrerías, lavaderos y canales.

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martes, 21 de agosto de 2007

Ruta de Akola (Hernani)

Por esta bonita ruta podremos contemplar dólmenes de la Edad del Bronce,, una casa-torre del siglo XV, hoy caserío, las ruinas de la Real Fábrica de Anclas del s. XVIII y una ermita del s. XIX. Tambien podremos pasear junto a caballos en semilibertad y ver alguna ardilla.



Caserío Ereñozu o Txibilita. ==>

Partimos del aparcamiento situado entre los barrios de Fagollaga y Ereñozu por la carretera en dirección a Ereñozu, a la entrada del barrio, a la izquierda de la carretera, tenemos el caserío Ereñozu o Txilibita, del siglo XV, que fue antiguamente una casa-torre. Continuamos por la carretera hasta llegar a la ermita de San Antonio de Padua, de mediados del siglo XIX, (allí tenemos un panel informativo) tomamos el camino que sube junto a ella hasta llegar al área recreativa de Akola, en las cercanias del caserío que le da nombre.

<== Ermita de San Antonio.

Desde el merendero vamos hasta el cruce a la entrada del caserío Akola, subimos por el camino a la derecha unos 300 m. hasta una bifurcación, aqui tomamos el camino de la izquierda y subimos unos 450 m. hasta un paso canadiense, pasamos y tenemos el dolmen de Sagastieta II a la izquierda, unos metros más adelante tenemos el dolmen de Sagastieta I.

Sierra de Igoin - Akola vista desde el monte Onyi. ==>

Regresamos hasta la bifurcación, y continuamos por el camino a la izquierda, subimos unos 400 m. hasta un paso canadiense, aquí tenemos otra bifurcación. Tomamos el camino que sale hacia la izquierda, justo detrás del paso canadiense, vamos 100 m. hasta el collado de Akola, aquí giramos a la derecha y subimos por el sendero del monte Arrichieta otros 100 m. hasta el dolmen de Akola II. Seguimos subiendo por el sendero unos 60 m. y unos 20 m. a la derecha tenemos el dolmen de Arrichieta.


<== Ardilla en el pinar.

Regresamos hasta el paso canadiense y subimos por el camino de la izquierda, el dolmen de Akola I está a unos 10 m., justo a la izquierda del camino. Seguimos subiendo por el camino rodeando el monte Arrichieta por el Sur, 750 m. hasta llegar a un pinar.



Trás el hay una bifurcación, tomamos el camino de la izquierda hasta llegar a lo más alto del camino a 150 m. y aquí bajamos por un sendero que cruza el collado de Igoin por la divisoria de aguas, el dolmen de Igoin II está en el medio, a unos 200 m. Seguimos avanzando 180 m. hasta el final del sendero donde tenemos el dolmen de Igoin I.

Cruzamos el paso canadiense a la izquierda del dolmen y bajamos todo recto hasta el collado de Larragain, o bien regresamos hasta el otro lado del collado, en la parte alta de camino y aquí bajamos por el camino de la derecha hasta el collado de Larragain. Desde Larragain giramos a la derecha y bajamos 3 km. por la carrera hasta Fagollaga, (también podemos girar a la izquierda y regresar a Ereñozu pasando por el merendero de Akola).

Una vez llegados a Fagollaga seguimos hasta el final del barrio donde veremos a la derecha de la carretera las ruinas de la Real Fábrica de Armas, del siglo XVIII. Después seguimos en dirección a Ereñozu hasta donde hemos dejado el coche.

Recorrido de unos 12 km. y 4 horas de duración aproximadamente, con un desnivel de 28 m. en Ereñozu hasta 333 m. en el collado de Igoin.

ver mapa.

*Cómo llegar:

- Desde Hernani:

Salimos en dirección a Astigarraga hasta la rotonda de la gasolinera de Karabel y allí giramos a la derecha y tomamos la carretera a Goizueta (Gi-3410) hasta llegar a los barrios de Fagollaga y Ereñozu.

- Desde Astigarraga:

Salimos en dirección a Hernani hasta la rotonda de la gasolinera de Karabel y allí giramos a la izquierda y tomamos la carretera a Goizueta (Gi-3410).

En busca de las fuentes del Urumea

Paisaje y paisanaje

Recorremos el valle del modesto Urumea, desde la desembocadura donostiarra hasta las montañas de Goizueta, para conocer sus viejos esplendores y algunos rincones peculiares.

ANDER IZAGIRRE
(www.anderiza.com)


Sancho el Sabio fundó San Sebastián, de acuerdo, pero el terreno lo puso el Urumea. Este río, que antaño desembocaba en la bahía de La Concha, arrastró lodos y arenas con paciencia milenaria, los depositó gramo a gramo en su desembocadura y así formó la lengua de tierra que une el islote de Urgull con la costa. Sobre ese tómbolo creció San Sebastián. Por lo tanto, cualquier donostiarra -especialmente si posee algunos metros cuadrados de ese viejo montón de sedimentos, que hoy se pagan a precio de oro- debería peregrinar alguna vez aguas arriba, en señal de agradecimiento, hasta las fuentes navarras del río que formó la ciudad.

Al margen de tributos, esta pequeña exploración al estilo Livingstone guipuzcoano merece la pena. Ayuda a redescubrir el Urumea -y la importancia que tuvo como vía de comunicación- y se asoma a rincones y paseos recoletos.

Pero no obviemos lo más conocido. En su desembocadura, el Urumea subraya uno de los escenarios urbanos más bellos de Donostia, en el que se mezclan épocas y arquitecturas: de los cubos abstractos del Kursaal al esplendor burgués del Teatro Victoria Eugenia y el Hotel María Cristina, pasando por el edificio racionalista de La Equitativa y la sobriedad industrial de Tabacalera; de la rotundidad ferroviaria del puente de Hierro al trazo liviano del puente de Mundaiz y al aire marítimo del puente de la Zurriola, con sus columnas como faros. En estas orillas ofrece Donostia su cara más afrancesada, con las mansiones de arenisca y pizarra de un paseo ajardinado que por algo se llama «de Francia», y con el puente de María Cristina, inspirado en el parisino de Alejandro III.

A pesar de estas ínfulas como de río Sena, el Urumea es una corriente bien modesta. Recorre 59 kilómetros, casi nunca supera los dos metros de profundidad y sólo alcanza anchuras de más de quince metros en los tramos finales, ya invadidos por las mareas. Y la modestia es el rasgo que destaca su propio nombre: Urumea, ur mehea, agua fina, agua poco profunda.

Anclas y gabarras


Antaño el río se desparramaba en una inmensa marisma por los actuales terrenos de Hernani, Astigarraga y Donostia. Sus aguas proporcionaban pesca abundante, regaban una amplia vega de huertas y movían las ruedas y los fuelles de ferrerías y molinos, que sacaban sus productos del hierro por el mismo río: el Urumea era navegable durante muchos kilómetros, y un intenso tráfico de gabarras bajaba desde Goizueta hasta el puerto de Hernani y el puerto donostiarra de Santa Catalina (a orillas del río, junto al primer puente de la ciudad, antes de que se construyera el fondeadero actual en la bahía). La forja y la exportación de los productos del hierro, los astilleros fluviales, la pesca y la agricultura impulsaron una prosperidad que ayudó a poblar la comarca de Donostialdea.

Contracorriente, la ruta del Urumea abandona la ciudad por los barrios de Loiola y Martutene -asomados al río, con sus pantalanes y sus paseos-, va combinando polígonos industriales con zonas de huertas en la vega de Astigarraga, y alcanza Hernani. Esta población, que ronda los mil años de edad, vigila la vega del Urumea desde su casco viejo, encaramado a una colina. A orillas del río queda el barrio del Puerto, de evidente pasado, y por la carretera GI-3410 iremos atravesando otros barrios hernaniarras diseminados por el Urumea. Pasamos el de Zikuñaga, el polígono industrial Eziago y las casas de Epele, y poco a poco el camino se pliega a los dictados del río: es un trazado sinuoso, ideal para ciclistas, encajado en un valle muy estrecho y cobijado por un frondoso bosque de ribera (alisos, fresnos, sauces). Estas angosturas impiden que los caseríos se asienten en las laderas, por lo que se arraciman en barrios como Fagollaga o Ereñotzu, en la misma vega.

En Fagollaga se conserva una de las joyas de la época esplendorosa del Urumea: las ruinas de la Real Fábrica de Anclas. Junto a la carretera se levanta una gran torre de piedra, con dos pisos de arcos en un lateral, coronada por una extravagante melena de vegetación. A mediados del siglo XVIII, las ferrerías hernaniarras de Fagollaga, Pikoaga y Ereñozu consiguieron un contrato para suministrar anclas a la Real Armada, y a esa tarea se dedicaron durante un siglo. Una vez fabricadas, se transportaban en chalanas o gabarras hasta San Sebastián -aprovechando las mareas altas- y de allí se enviaban a los puertos españoles y a los de media Europa. Hasta Donostia llegaban mercaderes franceses, ingleses y holandeses en busca de las anclas hernaniarras, apreciadas por su acabado y su resistencia.

Cerca de las ruinas de la fundición pasea Ignacio Arizmendi, de 74 años, quien relata aquellos transportes de anclas en chalanas (que vieron sus antepasados) y los transportes de piedras en carros de bueyes (que vio él mismo): «Las bajaban por cables aéreos, desde una cantera que hay arriba en el monte, las cargaban en carros y las llevaban hasta Orio. También estaba la fábrica de cemento. Y las centrales eléctricas. Aquí teníamos mucha industria, esto era el barrio más rico de Gipuzkoa». Ignacio también recuerda otras tareas peculiares: «Con 10 años anduve buscando sepulturas de gentiles en burro. El cura Elosegi, de Tolosa, y sus ayudantes venían a hacer excavaciones; yo subía con el burro para llevarles la comida, los picos, las azadas Encontraron cuatro sepulturas. A los gentiles los enterraban bajo losas y lo tapaban todo con un montón de tierra, para que los animales no los sacaran». Los gentiles, según la mitología vasca, son los gigantes que poblaban el país antes de la llegada del cristianismo. Y sus sepulturas no son otra cosa que los monumentos funerarios de la prehistoria. En las montañas de Akola-Igoin, justo encima de Fagollaga, se localiza una de las estaciones megalíticas más notables de Gipuzkoa, con catorce dólmenes.

Conexión navarra


Al salir de Fagollaga, una pequeña presa, como tantas otras a lo largo del río, forma una poza irresistible para los bañistas. En verano, las campas y los merenderos que se asoman al Urumea -algunos de pago- están repletos de gente que combina un paseo por los senderos ribereños o por la montaña con un chapuzón, o que come en familia y pasa las horas en el frescor de la orilla. También abundan los pescadores, de truchas y anguilas pero no de salmones, reintroducidos con éxito pero aún protegidos.

La ruta nos lleva por los núcleos dispersos de Ereñozu -ojo al caserío Txilibita, del siglo XV, al principio del barrio-, Ugaldetxo, donde cruza a la otra orilla del río, y Pagoaga, que guarda restos de un molino. El camino se retuerce y trepa por la ladera, en busca del paso a Navarra, a la altura del caserío Naparralde.

El valle del Urumea siempre ha sido un paso menor entre las dos provincias. Durante un tiempo el tráfico fluvial comunicó San Sebastián con la remota Goizueta (que a su vez, hundida en el valle, tiene malas conexiones con el resto de Navarra) pero en esta cuenca tan estrecha nunca se ha trazado una vía terrestre de importancia. Hubo un intento en 1598, cuando Donostia y Hernani proyectaron un camino. La idea chocaba con los intereses de Tolosa, que gozaba de un privilegio otorgado por el rey navarro Juan II en 1442: todos los viajeros que quisieran entrar en el Reino de Navarra debían obtener el permiso en esta villa del Oria. Hasta los vecinos de Berastegi, en la misma muga, debían retroceder a Tolosa antes de cruzar la frontera. Como relata Iñaki Egaña en su libro Mil noticias insólitas del país de los vascos, los tolosarras presentaron un recurso ante el Consejo de Guerra del reino castellano, contra el proyecto de donostiarras y hernaniarras. Alegaron que la ruta del Urumea permitiría el paso de las tropas navarras en caso de guerra y que además facilitaría el contrabando. El rey atendió la queja, prohibió la construcción de la nueva vía y el corregidor envió a dos merinos (representantes reales) a detener a los peones que construían el camino. Al enterarse de la noticia, 200 donostiarras y 30 hernaniarras armados salieron a liberar a los detenidos y a apresar, a su vez, a los merinos. El conflicto se resolvió en las Juntas Generales de ese mismo año: la mayoría decidió que el proyecto de carretera del Urumea debía abandonarse.

Ignacio Arizmendi, el vecino de Fagollaga, también recuerda otros amagos más recientes de comunicación ilegal con Navarra: «En la posguerra, la Guardia Civil precintó los molinos. En Navarra se podía moler pero en Gipuzkoa no, Gipuzkoa estaba castigada. En el desván del caserío guardábamos alubias y patatas, pero no se podían sacar, y también maíz, pero si te pillaban llevándolo a moler a Navarra, te lo quitaban todo».

Ya en Navarra, la carretera sube con curvas de herradura hasta el cruce de Arano, baja en picado hasta el río, cambia de vertiente. Es difícil encajar una carretera recta en este terreno. El valle se abre un poco al llegar a Goizueta, un pueblo aislado y pequeño, pero todo un concentrado de arquitecturas nobles. Con la prosperidad de las ferrerías se construyeron palacios y torres como los de Ibero, Cibola y Alduncin, y grandes casas con entramados de madera, portales y ventanas de arcos apuntados y escudos de armas. En Goizueta el Urumea fluye bajo el puente de La Magdalena con los bríos de su etapa juvenil, porque aquí ya ha recogido la mayor parte de los arroyos que se funden para darle nombre.

La ruta sigue acompañando al cauce principal, por una carretera sinuosa que a veces entra y sale por los afluentes para ganar altura en este valle cerrado. Así llega hasta las praderas y los hayedos del alto de Ezkurra (o Usategieta). Aquí arriba se escurren las primeras lluvias, se forman las primeras corrientes, se arrastran las primeras gravillas con las que el viejo Urumea acabó construyendo San Sebastián.

*Cómo llegar:

- Desde Donostia, salimos por los barrios de Loiola y Martutene hacia Astigarraga y Hernani. Otra opción consiste en tomar la carretera N-I y en el barrio de Rekalde salir a Hernani. Una vez en este pueblo, debemos llegar a la rotonda de la gasolinera de Karabel y allí desviarnos por la carretera a Goizueta (GI-3410). Desde el alto de Ezkurra, final del recorrido, podemos bajar a Leitza y tomar de regreso la autovía A-15.

Paseo entre dólmenes: Un poco antes de Fagollaga, junto al poste kilométrico 4, por la izquierda arranca un desvío al parque de Akola. El asfalto termina en Larregain, desde donde empieza un paseo hasta el collado de Igoin para ver algunos de los dólmenes de este cordal (unos 7 kms, ida y vuelta; hay paneles informativos).

A la presa de Kartola: En Ugaldetxo, nada más cruzar el puente sobre el Urumea, junto al frontón, sale una pista forestal que sube hasta el paraje de Kartola. Por el camino se pueden ver viejos restos industriales como hornos caleros, puentes y presas de ferrerías (casi 9 kms, ida y vuelta).

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lunes, 20 de agosto de 2007

Cueva de Torres (Oyarzun)

Cueva de Torres, en medio de la maleza.

Pequeña cueva situada en las inmediaciones del caserío Torres, en el barrio de Iturrioz de Oyarzun (Oiartzun), la entrada es estrecha, de menos de un metro de anchura por dos de altura y tiene poca profundidad, por lo que no tubo habitilidad, aunque se debió usar como puesto de caza.

Se encontró en ella uno de los pocos ejemplares de arte mueble en Guipúzcoa, un hueso de 18 cm., un cúbito de alcatraz, tallado con diversos grabados; varios anímales, como un ciervo, un caballo, un uro y dos sarrios, así como una figura antropomorfa. Está datado en el 12.000 a. C., a finales del Paleolítico Superior, en la cultura Magdaleniense.

Para saber más y ver fotos del hueso, pinche aquí.

Entrada de la cueva. ==>


Nombre oficial:

Torres

Coordenadas:

ED50:
UTM 30: X=591392 m. Y=4793925 m. altura=34 m.
geográficas: longitud:-1 52 24.4 latitud:43 17 30.5 altura=34 m.

WGS84:
geocéntricas: X=4647438 m. Y=-152119 m. Z=4351124
geográficas: longitud:-1 52 29 latitud:43 17 26.5 altura=84


*Cómo llegar:

- Desde el Polígono Zerradi:

Desde la entrada del poligono vamos hasta el final de lo pabellones hasta una bifurcación y cogemos el camino que baja a la izquierda, trás rodear un caserío nos topamos de frente con el caserío Torres, antigua casa-torre, como su nombre y fachada señala. La cueva se halla detrás, en su propiedad.

- Desde Iturrioz:

Seguimos todo recto por el Camino de Santiago hasta la bifurcación frente al caserío Toki Alai, aquí tomamos el camino de la derecha hasta el caserío Estrataburu, lo rodeamos por la izquierda y tomamos el camino que sale a la derecha tras el caserío, nos metemos por el siguiente camino a la derecha, frente al caserío Lasao, y seguimos todo recto hasta el puente, a la derecha tenemos el caserío Torres.

domingo, 19 de agosto de 2007

Horno calero de Montefrío (Urnieta)

Fachada del horno calero de Montefrío

Las caleras u hornos caleros tradicionales, "Karobia", en vasco, consistían en un agujero cilíndrico vertical construido en terreno de fuerte pendiente, evitando así la construcción de muros de protección. A pesar de estar en una pendiente, puede que el terreno sufriera un derrumbe, pues este monumental horno contiene este muro.

Sobre el agujero vertical se contruia una bóveda con piedras calizas, y después desde otro agujero horizontal contruido en su base se alimentaba el fuego a 1.000º centígrados, obteniendo cal viva. Después la cal viva se mezclaba con agua, diluyendose asi las piedras y obteniendo cal apagada, posteriormente se dejaba secar la pasta y así se tenia cal en polvo.

El uso más antiguo y extendido de la cal ha sido la elaboración de mortero o argamasa, empleado en la construcción de edificios, aprovechando la propiedad que la cal tiene de adquirir gran dureza al tomar contacto con el aire. También ha sido muy extendida en el pasado, su utilización en el campo de la higiene y la medicina: para desinfectar árboles; como desinfectante en enfermedades contagiosas como el cólera y el tifus; para blanquear estancias y fachadas; para secar en espacios cerrados; para prevenir la putrefacción de aguas estancadas; para la prevención de infecciones en caso de enterramientos de cadáveres en casos de epidemias. Incluso el agua de cal se ha empleado para realizar gargarismos y se ha aplicado por vía interna para curar diarreas y vómitos. Las caleras se usaron hasta los años 30 del siglo pasado.

Para saber más pinche aquí y aquí.


Parte superior del horno.

Nombre oficial:

Montefrio

Coordenadas:

ED50:
UTM 30: X=583394 m. Y=4785945 m. altura=301 m.
geográficas: longitud:-1 58 23.6 latitud:43 13 15.2 altura=301 m.

WGS84:
geocéntricas: X=4652756 m. Y=-160405 m. Z=4345569
geográficas: longitud:-1 58 28.2 latitud:43 13 11.3 altura=351

*Cómo llegar:

- Desde Besabi:

De los dos caminos asfaltados que parten a la derecha, cogemos el de la derecha hasta justo antes del caserío Marizulo, a la izquierda del camino tenemos el calero.