viernes, 21 de marzo de 2008

La Semana Santa en San Sebastián hace un siglo.

La calle de la memoria:

1908: Un Viernes Santo como uno de agosto.

Mikel G. Gurpegui

Viajamos en este Viernes Santo a la Semana Santa de hace un siglo. Nos trasladamos en el tiempo, hojeando el ejemplar de El Correo de Guipúzcoa (como aclaraba su subtítulo, órgano vascongado del tradicionalismo) del 18 de abril de 1908, hasta la forma de vivir entonces los días de la Pasión.

Llama la atención encontrar hace cien años un comentario firmado por Biotz-Ona que ya apuntaba a una de esas preguntas sin respuesta en torno a nuestra idiosincrasia: por qué en San Sebastián la Semana Santa, acaso con la excepción de los años más duros del franquismo, no se ha vivido con la intensidad y devoción que en otros lugares.

«En San Sebastián -escribían en 1908- no se diferencia gran cosa un día de Viernes Santo de uno de Pascua y hasta de uno del 15 de Agosto. Aquí no flota en el ambiente ese algo misterioso que comunica en otras partes a estos días un tinte de melancolía y de concentración que está muy en carácter».

Pero tranquilos, que el periódico tradicionalista constataba que «San Sebastián no es un pueblo malo en el sentido que anide odios fieros a lo sagrado, ni desprecie positivamente lo religioso; pero es un pueblo muy indiferente, muy frívolo en el que el sentimiento religioso no ha penetrado hasta el fondo, en el que existe el desprecio negativo que consiste en la falta de aprecio».

En aquella frívola Donostia de hace cien años se celebraban no pocos ritos religiosos y dos procesiones, aunque la del Buen Pastor no era aún la aparatosa procesión con romanos y capirotes de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús el Nazareno sino una más modesta comitiva por el interior del templo. Según El Correo de Guipúzcoa, «resultó muy solemne y presenciaronla numerosos fieles. Las amplias naves del templo presentaban hermosísimo aspecto. Fue presidida la procesión por el alcalde».

La procesión de San Vicente, que recorría las calles de la Parte Vieja, llevaba los pasos de La Pasión, la Crucifixión, el Santo Sepulcro y La Dolorosa. El periódico tradicionalista criticaba la escasa representación municipal en el desfile. «El número de concejales no pasaba de seis, incluyendo el secretario». «El acto aunque pobre resultó muy lucido, contribuyendo a ello lo espléndido del tiempo».

Según contaban, «abrían la marcha cuatro números y un cabo de la guardia civil a caballo, a los que seguía una sección de la guardia municipal. Detrás del Santo Sepulcro iba todo el clero parroquial con la capilla reforzada cantando un hermoso Miserere».

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