domingo, 23 de noviembre de 2008

Nuevas corrientes que ahogan al viejo molino

El molino de Ibares ha estado rodando desde el siglo XV, pero la nueva era tecnológica le ha privado de la corriente del Oria.

22.11.08 - LANDER MUÑAGORRI| ARAMA.

DV. Las ruedas del molino de Ibares han aprovechado durante largos siglos las corrientes que le ofrecía el río Oria, corrientes que han servido para que numerosos baserritarras pudieran moler el trigo y el maíz que sembraban en sus praderas.

Aprovechando el tirón que tuvo durante mediados del siglo XX, Ibares (o Ibas como se conoce popularmente) ha sido punto de encuentro para numerosos habitantes de la comarca de Goierri; y es que además del molino, se encontraban también una taberna y una panadería.

Adentrándonos hoy en la sala donde se encuentran los molinos, se puede respirar la gloria o, por lo menos, intuir el duro trabajo que se realizó durante largos años, un olor de añoranza de tiempos mejores. En ella se conservan los cuatro molinos que en su día trabajaron a destajo, pero su rudimentaria maquinaria no ha podido competir con las actuales, y ahora estas viejas muelas de molino ruedan pocas veces.

Tal y como indica Mikel Irizar, actual propietario del molino, «ahora lo tenemos más como un hobby, ya que esto hoy en día no tiene futuro alguno». A pesar de todo, mantiene un almacén de pienso en Lazkao, «pero tampoco se vende tanto como antes, y como el molino muele poco, mantener una persona sale muy costoso». Aún así sarna con gusto, no pica.

Origen incierto

Generaciones y generaciones han conocido el molino de Ibares en ese meandro del río Oria, pero no se sabe a ciencia cierta cuál es su origen. Se desconoce su antigüedad, aunque el primer documento que cita el molino data de 1495.

Sí se sabe que hacia el año 1907-1908 el molino sufrió un incendio. Después de quedar destruido, Saturnino Irizar (padre de Mikel) lo puso en marcha de nuevo. Desde Somorrostro trajo una máquina para limpiar el trigo, y aprovechando la energía que traía el mismo río, colocó un generador alrededor del año 1927. «Surtía de luz a trece viviendas en el barrio de San Juan», recuerda Mikel.

«Al final, en 1964 nos pasamos a Iberduero y dejamos el generador para calentar algunas habitaciones», señala. Hoy es una pieza más del 'museo' que conforma el molino de Ibares.

El mismo Saturnino también abrió la panadería en Ibares también en los alrededores de 1927. Propietario de más panaderías en Ordizia (Bekoetxe) y Beasain (Igartza), era según su hijo «un amante de los molinos». Por algo nació en Errotaundi, de Lazkao, otro molino que se conserva hoy en día.

El pan de Ibares se siguió haciendo hasta el año 1976, cuando los panaderos de la comarca de Goierri se juntaron dentro de una misma entidad para formar de esta manera la actual Pagosa.

El futuro, más incierto

Hubo una época, durante los años 1940 y 1941, en que el molino de Ibares molió el trigo y el maíz de Goierri y Tolosaldea. «En esos años los molinos maquileros se cerraron por ley, debido a la imposibilidad de poder controlar todos los molinos», recuerda Mikel. El de Ibares era del tipo harinero, de los pocos molinos que permaneció abierto.

«Venía gente desde Asteasu, Villabona, Larraul...» y las cuatro muelas de molino trabajaron día y noche. La gente se agolpaba esperando a que llegara su turno, y de ahí vino el nacimiento de la taberna. Después de haber estado abierto alrededor de dos décadas, con la muerte de Saturnino, en 1960, se cerró la taberna.

Pero el molino siguió rodando y siguió moliendo trigo, hasta que los baserritarras dejaron de plantarlo, y es que la harina que se traía de Navarra se vendía más barata y era de mejor calidad. Así, hubo una transformación, se metieron más vacas en los caseríos y como el negocio del molino estaba ligado a los caseríos, Ibares se dedicó al pienso, tal y como sigue hoy en día.

Las vacas, sin embargo, han ido dejando las cuadras de nuestro entorno y el pienso se vende a duras penas. Mikel preveía esta bajada, tanto que después de los destrozos de las inundaciones de 1983 apenas se reconstruyó la sala de los molinos de Ibares. Las crecidas de los años 1933 y 1953 también dejaron destrozos, pero se pudo seguir adelante. Pero la última fue la mayor y la definitiva, la que hizo desistir a Mikel de seguir adelante.

El molino siempre ha necesitado las corrientes del río, como el pez necesita al agua, pero fue la corriente la que le quitó las esperanzas de mantener a flote Ibares. El río Oria seguirá bañando las orillas de este ancestral molino, pero las ruedas ya nunca molerán como lo hacían hasta hace no mucho. Y es que la era contemporánea se ha llevado consigo una forma de vivir, la de Mikel por poner un ejemplo, pero su legado y su silencioso trabajo perdurarán en el tiempo mientras el molino siga rodando.

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