Macacos y renos a la sombra de Udalatx
Una sucesión de periodos glaciares e
interglaciares modelaron una fauna y una flora tan dispar como
asombrosa. La palinóloga María José Iriarte ha estudiado la evolución
del clima y la diversidad vegetal que produjo en cada época
24.11.13 - 00:17 - KEPA OLIDEN | ARRASATE.
Macacos que brincaban de roble en roble alimentándose de
sus hojas y renos que pastaban en la rala estepa helada se cobijaron
bajo la sombra del monte Udalatx en épocas prehistóricas. Una sucesión
de periodos glaciares e interglaciares modelaron una flora y una fauna
tan dispar como asombrosa. Su huella quedó conservada en los yacimientos
de Lezetxiki y Labeko Koba.
Pero desentrañar su significado no está al alcance de
cualquiera. La palinóloga (experta en el estudio del polen) e
investigadora de Ikerbasque María José Iriarte es una de las autoridades
en la materia. Casada con el arqueólogo Álvaro Arrizabalaga, director
de la excavación de Lezetxiki, la profesora Iriarte intervino el martes
en la conferencia inaugural de las II jornadas 'Desempolvando el Pasado'
que organiza Arrasate Zientzi Elkartea.
La profesora Iriarte realizó un recorrido por la evolución
del clima que ha determinado la flora y fauna que durante los últimos
cientos de miles de años ha crecido en nuestro entorno más próximo.
Su relato, sin embargo, se remontaba nada menos que 40
millones de años atrás, cuando el monte Udalatx y toda la geografía
vasca emergen del lecho marino por efecto de la colisión de la placa
tectónica de Iberia con el continente. De aquel choque surgen la
cordillera de los Pirineos y «nosotros no somos más que un daño
colateral» de aquel cataclismo.
De ratones y macacos
El conocimiento científico de la evolución del clima, de la
flora y de la fauna se apoya, al menos en parte, en el estudio de los
vestigios descubiertos en los yacimientos prehistóricos. Y los de
Lezetxiki y Labeko Koba se han demostrado muy reveladores.
Lezetxiki era una osera donde durante milenios hibernaron
los enormes y temibles ursus deningeris y su descendiente, el ursus
spelaeus u oso cavernario. Animales de más de 500 kilos e imponentes 3
metros de altura con los que sólo rivalizaba el león cavernario, un
felino de 2,5 metros y más de 300 kilos. Obviamente, los humanos se
establecían en Lezetxiki sólo cuando no había nadie en casa.
Precisamente el hallazgo de un cráneo de ursus deningeris
ayuda a situar cronológicamente unos molares de rinoceronte lanudo
descubiertos por Arrizabalaga en Lezetxiki. Un indicio claro de que por
aquella época -hace unos 160.000 años, durante el pleistoceno medio- en
Arrasate «había condiciones de estepa». Al final de este periodo glaciar
(Estadio isotópico 6) el hallazgo de unos dientes de un ratón (Sicista
betulina) propio de ambiente estepario o de taiga, es otra evidencia de
estas condiciones frías.
Sin embargo, aquella glaciación comenzaba a remitir.Al
inicio del pleistoceno superior -hace 126.000 años- hubo un periodo
interglaciar «más cálido que el que vivimos ahora». Según la profesora
Iriarte, se registra incluso en el nivel marino, con el mar 6 metros por
encima de su altura actual. Hizo más calor que ahora y se deshelaron
más los polos».
Este contexto de climatología benigna donde se fecha uno de
los hallazgos más sorprendentes realizados hasta la fecha en Lezetxiki:
parte de la mandíbula inferior de un ejemplar hembra de macaco. Se
trata del resto de uno de los últimos simios que habitaron en Europa
antes de su extinción. El fósil pertenece a un 'macaco de Berbería', más
conocido como mono de Gibraltar, reintroducidos durante la ocupación
musulmana. Según la profesora Iriarte, vivían en los robles y se
alimentaban de sus hojas.
Pero además de robles, en este periodo interglaciar «nos
encontramos que en el País Vasco prolifera una especie de árbol que ya
no está: el carpe (carpinus betulus)».
La existencia del macaco, decía María José Iriarte, prueba
que «en aquella época había otra especie de primate en Mondragón aparte
del humano neandertal».
Esta especie humana evolucionó hace unos 160.000 años a
partir del homo Heidelbergensis, más conocido como el hombre de
Atapuerca.
Al neandertal que quedó como única especie humana nativa de
Europa le tocó disfrutar «con el calorcito y con los monos en
Lezetxiki, para 20.000 años después pasar un frío atroz y vivir
cubiertos de pieles». La profesora Iriarte explicaba que se avecinaba
otros periodo glaciar en la interminable sucesión de altibajos que
caracterizan a la evolución de climatológica. Pero no todo se desarrolla
de manera uniforme. «Dentro del periodo glaciar no todo es frío, ni
dentro del periodo interglaciar es todo cálido. Hay variaciones y cada
región responde de distinta manera» aclaraba esta investigadora.
Será a la vuelta de este frío periodo estadial (Estadio
isotópico 4), cuando lo peor ya ha pasado, cuando el hombre europeo
neandertal se topará con un visitante: el africano homo sapiens, nuestra
especie. Ocurrió hace unos 40.000 años. Unos diez mil años más tarde el
neandertal se extinguía.
Durante este periodo de mejoría climática, las «variaciones
de clima varían increíblemente en muy poco tiempo. En mil años cambia
radicalmente y nuevamente Arrasate es ejemplo de ello» aseguraba
Iriarte.
Labeko Koba
Si Lezetxiki era una osera, Labeko Koba era un cubil de
hienas. Antes de su desaparición en 1989 para construir la variante, se
excavó todo el yacimiento arqueológico donde hay un nivel de restos
animales presas de las hienas. Estos predadores comían huesos y por eso
sus heces tienen un gran componente de carbonato cálcico. Por eso no se
deterioran. A través de sus coprolitos (heces fosilizadas), que también
contienen restos vegetales, se analizó el polen y arrojó un paisaje
-hace unos 40.000 años- en el que «había un clima no tan cálido como el
actual, pero sí lo suficientemente benigno para que tuviéramos especies
de hoja caduca (castaño, roble...)». Estos son los pólenes de castaño
más antiguos que se han datado en el País Vasco.
Pero «mil o mil quinientos años después» el paisaje que
rodea a Labeko Koba es de nuevo glaciar. Entre los restos hallados en la
cueva «aparecieron mamut, glotón, marmota, reno. Y en cuanto al paisaje
vegetal tenemos dos pinos. No hay más. O sea que en muy pocos años el
clima cambia mucho. De un paisaje abierto con algunos árboles
caducifolios pasamos a un paisaje más abierto todavía, con muy pocos
árboles, y estos renos pastando por un Mondragón estepario».
Hasta tal punto faltaban árboles que en Labeko se ha
documentado la presencia de hogares en los que el combustible empleado
eran huesos animales. «Experimentando con huesos machacados y empleando
el tuétano como mecha hemos realizado fuegos muy buenos. No huele y no
produce humos, y calientan durante toda la noche», aseveraba la
profesora Iriarte.
El máximo glaciar registrado hace 20.000 años es el «último
gran periodo frío que se va a dar». El casquete polar se extiende
entonces hasta cubrir las islas británicas y Udalatx es una cumbre de
nieves perpetuas. El mar retrocede 11 kilómetros con respecto a la linea
costera actual. Y en las estepas vascas pastan el reno, el mamut y el
rinoceronte lanudo.
El periodo interglaciar que vivimos ahora recibe el nombre
de Holoceno, y la mejora de las condiciones climatológica favorece la
expansión de la vegetación arbórea. Robles, encinas, avellanos y las
hayas, aunque en mucha menor medida, proliferan con curvas del 70-80 por
ciento de polen arbóreo.
Pero el clima en el Holoceno tampoco es estable, y se
registran «deterioros» en los años 8.200, 4.500 y 3.000 a.C., en la
época de la Edad del Hierro en que se establece un poblado de
agricultores y ganaderos sobre la cima de Muru.
Tampoco el pasado milenio ha estado exento de altibajos. La
profesora Iriarte citaba el denominado periodo cálido medieval que
entre los siglos X-XV registró un periodo tan benigno que se piensa que
la temperatura media podía ser 1 o 2 grados mayor que en la actualidad.
«Si los vikingos vivían donde vivían era porque las condiciones
climáticas se lo permitían.
En cuanto cambiaron, los vikingos desaparecen. Su población
estable vivía y cultivaba la tierra en Groenlandia». En Francia, en la
zona de Burdeos, «los viticultores pidieron al rey que protegiera el
vino francés frente a la importación de Inglaterra».
Pequeña Edad de Hielo
A los ingleses se les terminaría la producción de vino con
la llegada de la Pequeña Edad del Hielo que se registró entre los siglos
XV y XIX. Es una fase en la que produce un gran deterioro climático. En
Inglaterra pasan de elaborar vino a tener lo que denominan el mercado
del hielo, que no es otro cosa que un mercado que se celebra sobre el
río Támesis congelado en invierno. «Todos eso cuadros holandeses de
patinadores sobre el río corresponden a este periodo» señalaba la
profesora Iriarte.
Más allá de estos altibajos, el periodo interglaciar en el
que nos encontramos «se halla en su fase final». La profesora Iriarte
aseguraba que, al menos en teoría, «nos encaminamos hacia una nueva
glaciación». Eso si la acción humana no descompensa antes la evolución
natural del clima. Porque, como alertaba esta investigadora «somos unos
seres vivos más y que puede que no nos guste la respuesta que le planeta
dé a nuestra interferencia sobre él».
Fuente: Diario Vasco
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sólo comentarios relacionados con el artículo, gracias.