La tripulacíon de la tragedia.(Foto del D.V)
Uno de los naufragios que más ha conmocionado a los donostiarras a lo largo de la historia es el que ocurrió un día como hoy, el 19 de octubre de 1892. Sus tristes protagonistas, los remeros de la trainera donostiarra que capitaneaba Luis Carril.
La tripulación era muy popular. No en vano había dado grandes satisfacciones. Poco antes, en diciembre de 1890, ganó un sonado desafío contra la trainera de Ondarroa. Nada hacía presagiar que Carril, asturiano residente en el barrio de La Jarana y adorado por los donostiarras, y la mayor parte de su fornida tripulación encontrarían la muerte un día como hoy, 19 de octubre de 1892, en medio de una mar aparentemente serena.
Pero un despiste puede ser fatal y dar un vuelco a la imagen, con una trainera dada la vuelta y los remeros aferrados a ella durante horas y horas, mojados, exhaustos, con la muerte acechando.
Rafael Aguirre Franco, en su libro El puerto de San Sebastián - Donostiako kaia, relató con el dramatismo apropiado la tragedia: «Era poco más de mediodía y se encontraban a unas nueve millas de la costa, cuando en un descuido en el que Carril soltó el remo, una ráfaga, violentísima e inesperada, cogió la embarcación de través y la volcó con los trece hombres».
«Uno por uno, después de largas horas de lucha, iban soltando sus manos de la quilla de la trainera y hundiéndose para no aparecer más. Una lancha pasó de largo sin advertir a los náufragos. Nueve de los trece habían desaparecido ya. Eran: Luis Carril, José Joaquín Leunda, José María Taberna, José Beobide, José Miguel Egaña, Luciano San Sebastián, Mariano Blanco, Francisco Aguirre y Manuel Uribe. Resistían todavía: Ramón Echenique, Pedro Galdón, Lorenzo Ituarte y Ascensio Landaberea».
Por fin, la calera Avelina descubrió la trainera y a esos últimos cuatro supervivientes aferrados a ella.
Los supervivientes peregrinarían descalzos hasta el Santo Cristo de Lezo, mientras Gipuzkoa se vestía de luto. Escribe Aguirre Franco: «Luis Carril se convirtió en un mito para los donostiarras. Había ganado en La Concha, en competencia con las traineras más afamadas del litoral. También era el vencedor del desafío más importante jamás disputado en el Cantábrico. Finalmente sucumbió de forma trágica en aquel mar que lo había sido todo en su vida».
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