El arqueólogo Xabier Peñalver ha publicado su estudio sobre los cromlech, en el que defiende que el río Leitzaran, en la Edad de Hierro, era la frontera entre dos culturas diferentes.
FELIX IBARGUTXI
SAN SEBASTIÁN. DV. La Edad de Hierro -el primer milenio antes de Cristo- plantea una incógnita muy sugestiva: ¿por qué hay cromlech en casi todo el Pirineo, desde la línea del río Leitzaran hasta Andorra, y sin embargo no hay más ejemplares de esa construcción funeraria al oeste del Leitzaran? En esa misma época había poblados fortificados al oeste del Leitzaran -como los de Buruntza (Andoain), Basagain (Anoeta-Irura), Intxur (Albiztur-Tolosa)- pero aquellas gentes no construyeron cromlech, al contrario de sus «vecinos» de escasos quince kilómetros al Este. ¿Sería porque al Este del Leitzaran vivían los bascones y al oeste los várdulos? El arqueólogo Xabier Peñalver se inclina por esa tesis.
Peñalver -conocido en esta última época por ser el director de las excavaciones de Praileaitz- ha pasado dos décadas analizando el fenómeno de los cromlech, que en euskera ha recibido varios nombres, el más difundido el de mairubaratza. El fruto de esa investigación, un extenso estudio y catálogo de los cromlech pirenaicos, desde el Leitzaran hasta Baqueira-Beret, ha visto ahora la luz en forma de libro: Los crómlech pirenaicos (Edit. Bolskan, Revista de Arqueología Oscense, Huesca). Anteriormente, hace tres años, publicó la obra en euskera, mediante la revista Munibe, de la sociedad de ciencias Aranzadi. Esta nueva publicación está actualizada, contiene nuevos índices y nuevas tablas. En la anterior edición aparecían 1.104 cromlech; en ésta 1.452.
Los cromlech tienen fines funerarios. Son círculos de piedras, prácticamente perfectos, con un diámetro de, generalmente, 4-5 metros. «Por lo general, están en collados, cimas y lugares referenciales. El espacio interior está rebajado, y se ve que están construidos con piedras del entorno. Las piedras pueden ser lajas, y en ocasiones esos testigos son bastante altos. Aquellas gentes usaron esos espacios para esparcir las cenizas de sus muertos. Unas veces echaban las cenizas directamente, y en otras ocasiones construían estructuras diversas de piedra para esos restos calcinados. En ningún caso se ha documentado que el cadáver se quemara 'in situ'», comenta Peñalver. «El cromlech aparece en ocasiones aislado y en ocasiones -menos veces- formando conjuntos. Aquí destaca el conjunto de Illarrita, en Okabe (Baja Navarra), con 26 cromlech. Una zona con gran aglomeración es la la Corona de los Muertos, en Huesca; hay ahí más de 100 cromlech».
En los últimos años han aparecido muchos cromlech. «No hay fin de semana que no aparezca un nuevo yacimiento, porque hay varias personas recorriendo sistemáticamente los diferentes cordales del Pirineo. Tenemos dos donostiarras que han descubierto muchos en los últimos años: Luis Millán e Iñaki Gaztelu».
Carbones y huesos
Por lo general, en el interior de los cromlceh aparecen restos de huesos y maderas calcinados. «El ajuar es muy pobre: sobre todo raspadores y láminas, y algún anillo y botón de bronce, por ejemplo en Oianleku (Oiartzun). Pero eso no significa que fueran poblaciones pobres; simplemente, el ritual era así, sin mayores ofrendas», prosigue el arqueólogo.
Volviendo al enigma del valle del río Leitzaran. «El primer cromlech que excavé fue el de Mulisko Gaina (Hernani-Urnieta) en 1983-84. De allí al poco tiempo comencé a trabajar en el poblado fortificado de Intxur, no lejos de Tolosa, por donde ya había pasado José Miguel Barandiaran. Esos poblados y esos cromlech son de la misma epoca, el primer milenio antes del cambio de era, unos me daban información abundante, los otros apenas. Intxur y otros poblados -Basagain, Moru, Buruntza...- situados no lejos de los grandes ríos guipuzcoanos, mostraban claramente el modo de vida de sus habitantes: se dedicaban a la agricultura, principalmente a los cereales (trigos, cebadas, avenas) y las leguminosas (habas y guisantes). «Lo cual es lógico. En Gipuzkoa se cultivó trigo hasta ayer mismo», dice Peñalver.
Aralar y Aizkorri
«Pero ahora surge un dato que no encaja: en la zona donde están los cromlech no conocemos el hábitat, en esa zona no aparecen poblados fortificados, ni siquiera junto a los cromlech más cercanos al mar, en esos sitios en los que era posible vivir todo el año. Y por otro lado, en los valles donde están los poblados, como el valle del Oria, no hay cromlech. Así pues, las gentes de los poblados no enterraban las cenizas de sus difuntos en los cromlech», sigue razonando Peñalver. «Había una teoría que yo no veo viable: había quien decía que los habitantes de Intxur, Basagain y Buruntza irían en verano con sus rebaños hacia el Pirineo. Eso no es creíble. ¿Para qué iban a ir hasta aquellos montes si tenían más cerca las sierras de Aralar y Aizkorri, que es precisamente lo que han hecho esas gentes luego a lo largo de siglos y siglos? ¿Por qué no hay cromlech en Aralar y Aizkorri? Porque los pastores de esas zonas pertenecían a otra cultura, di-ferente de la de los Pirineos, y enterraban a sus muertos como lo hacían los habitantes de los poblados fortificados del oeste del Leitzaran». Pero, curiosamente, no han aparecido los enterramientos de aquellos poblados, si bien la arqueóloga Sonia San José se está afanando en estos últimos años.
Peñalver piensa que quienes construyeron los cromlech probablemente vivían en torno al Pirineo, en cotas algo más bajas, y en verano, cuando el clima era propicio, subían a los pastos altos con sus rebaños. «Hoy en día también hay pueblos en el Pirineo a mil metros de altura», comenta. La arqueóloga Sonia San José también está intentando dar con algún asentamiento de las «gentes de los cromlech» en el municipio de Oiartzun.
¿Por qué piensa Peñalver que las gentes de los cromlech serían bascones? «El Leitzaran es la separación entre várdulos y bascones. Porque es también divisoria entre dialectos del euskera. Y otro dato que apoya esa teoría es el que me comunicó en cierta ocasión el arqueólogo Carlos Olaetxea: las cerámicas encontradas en los cromlech guardan más relación con las de los pobladores de la cuenca de Pamplona que con las de los poblados del este del Leitzaran, como por ejemplo el de Buruntza, en Andoain».
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