Miércoles 14/06/2006
EFE
SAN SEBASTIÁN.- Los habitantes de la cornisa cantábrica se adentraban en el mar hace ya 8.300 años para capturar peces, que al menos suponían un 50% de su alimentación, como demuestran los estudios realizados sobre restos humanos de diferentes yacimientos costeros de Asturias, Cantabria y el País Vasco.
Imagen de la tumba del hombre de Jaizquibel.(Foto EFE)
Esta es una de las principales conclusiones a la que han llegado expertos de las Universidades del País Vasco, Oviedo, Cantabria, Alcalá de Henares, Complutense, Salamanca y Alberta (Canadá) que estudian aspectos multidisciplinares de los yacimientos prehistóricos del litoral atlántico.
Una prueba de 'isótopos estables' practicada sobre los restos humanos encontrados en las cuevas de La Poza l'Egua y Colomba, en Asturias, y Jaizkibel 3, en Guipúzcoa, ha permitido conocer las pautas alimenticias de las personas que las habitaron en el Mesolítico, hace más de 8.000 años.
En concreto, las pruebas practicadas a los restos humanos hallados por el equipo de la arqueóloga María José Iriarte en un depósito de conchas de Jaizkibel (Hondarribia), considerado el enterramiento más antiguo del País Vasco, ponen de manifiesto que este hombre, de entre 30 y 40 años y de un metro y medio de altura, tenía un importante aporte nutricional en su dieta de peces capturados a cierta distancia de la costa.
Según explicó el profesor de Prehistoria de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y miembro de la Sociedad de Ciencias de Aranzadi Alvaro Arrizabalaga, esta circunstancia acredita que el hombre de Jaizkibel, unos 4.000 años más antiguo que el conocido 'Otzi' encontrado en un glaciar de los Alpes, se embarcaba para pescar y se adentraba en el mar, fuera de la línea de costa, por lo menos un par de kilómetros.
El descubrimiento de vértebras de pescado y de espinas de un pez similar al rape en el enterramiento de este individuo corroboran esta hipótesis, según Arrizabalaga, quien explicó que en el mismo lugar también se encontraron restos de lapas, bígaros, pinzas de cangrejo y erizos de mar, además de algunos huesos de jabalíes, semillas y herramientas de sílex.
El arqueólogo de Aranzadi aclaró que no se han localizado restos de artes de pesca, porque en aquella época los anzuelos se elaboraban con madera y hueso, materiales que no hubieran resistido la corrosión del ácido sedimento de Jaizkibel.
Vértebras de peces y una pata de congrejo encontradas en la tumba del hombre de Jaikibel.(Foto: EFE)
De hecho, el único motivo por el que se conservaron los restos humanos fue la presencia de las conchas que, al contener carbonato cálcico, neutralizaron la acidez del terreno y permitieron que algunos de los huesos de este hombre llegaran hasta nuestros días, aunque en un estado tan precario que la prueba de ADN a la que han sido sometidos no ha arrojado resultados positivos.
El experto de Aranzadi aclaró que los resultados de los estudios practicados sobre los restos de los individuos localizados en Colomba y La Poza l'Egua "se aproximan mucho" a los de Jaizkibel, por lo que los resultados podrían ser extrapolables a los yacimientos asturianos.
Arrizabalaga destacó la importancia de este descubrimiento, porque pone de relieve la excepcional capacidad de adaptación de la especie humana a las condiciones de un entorno cambiante.
Recordó, en este sentido, que el Mesolítico es un período de la prehistoria muy exigente, porque tiene lugar "al final de la última glaciación, cuando los animales de clima frío desaparecen y el bosque se extiende de una manera muy rápida, con lo que se produce un cambio de fauna y vegetación al que el ser humano tiene que adaptarse muy rápidamente".
"El Mesolítico es un claro ejemplo de la enorme versatilidad del ser humano para adaptarse a situaciones nuevas en plazos de tiempo muy breves".
"El yacimiento de Jaizkibel es relevante porque refleja que el hombre está explotando diversos nichos en esta época. Rastrea el litoral para recolectar marisco, caza jabalíes y empieza a hacer cosas nuevas como la pesca en el mar", lo que pone de manifiesto la capacidad de adaptación que ha permitido nuestro éxito actual como especie dominante, concluyó el experto.
Fuentes:
www.elmundo.es
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