Durante mucho tiempo, romanos y várdulos convivieron en aparente armonía en Menosca -el territorio situado entre el Ernio y los ríos Oria y Urola- y en otros puntos de la actual Gipuzkoa. El Museo de Arte e Historia de Zarautz lo muestra este fin de semana aunando actividades lúdicas, espectáculo y rigor histórico.
Pocas cosas arredraban a las legiones romanas cuando decidían expandir el Imperio, y tampoco lo hizo la lluvia que recibió ayer en Zarautz a la Legio IIII Macedónica, que llegaba con una misión muy distinta de la que trajo a principios de nuestra era a la actual Gipuzkoa a esa legión creada por el mismísimo Julio César y enviada a Hispania para a hacer frente a los muy poco dóciles cántabros. La visita de este fin de semana, organizada al igual que la del pasado año por el Museo de Arte e Historia de Zarautz, tiene como objetivo dar a conocer a los zarauztarras y visitantes del siglo XXI qué sucedía en la Villa, en todo el territorio Menosca y en otros puntos de Gipuzkoa hace veinte siglos.
Y lo hace, como subraya el director del Museo Juan José Aranburu, «nadando contra corriente, porque hasta hace quince o veinte años se negaba con absoluta convicción la romanización de Euskadi». Los evidencias que han ido desvelando los investigadores que trabajan en Forua (Vizcaya), en Iruña-Veleia (Álava) y en otros muchos puntos de la geografía vasca entre los que se encuentran los yacimientos romanos guipuzcoanos de Irun, Oiartzun o Zarautz, sin embargo, están aportando pruebas suficientes como para revisar viejos postulados y recuperar la verdad histórica.
En el caso de Zarautz y su entorno -el territorio Menosca, término que aparece en algunos textos romanos clásicos- las excavaciones realizadas en el yacimiento de Santa María la Real muestran claramente que en el siglo I ya se había establecido junto al mar una comunidad de várdulos que habían descendido de las montañas. Juan José Aranburu indica que ese primer asentamiento estuvo con toda probabilidad relacionado con la presencia de los romanos, que iban estableciendose a lo largo de la costa -no es difícil trazar una línea imaginaria entre Oiasso y Forua- practicando el cabotaje y favoreciendo, de paso, el desarrollo de las comunidades autóctonas.
«Tenemos que olvidarnos de los romanos que llegaban siempre en pie de guerra y encontraban resistencia local -subraya Aranburu-, porque, si bien es cierto que los cántabros les opusieron resistencia, en la costa vasca no hay vestigios de batallas. La romanización no se limitó a la presencia militar, y tampoco era la militar la única función de las legiones. La romanización incluía la alfabetización, la enseñanza de nuevas técnicas...». De hecho -y los vestigios hablan una vez más-, el máximo esplendor de aquella primitiva Zarautz sobre la que se erigieron posteriores glorias coincidió con el apogeo del imperio romano, y sufrió un largo declive tras su caída.
Rigor histórico
Una de las novedades de este año con respecto a la primera edición es la incorporación de los várdulos a las Jornadas Romanas. Finalmente, una treintena de personas, entre adultos y niños, pusieron la parte correspondiente a la población autóctona que convivió con los romanos en términos bastante cordiales. «Era habitual -indica Juan José Aranburu-, que los locales se enrolaran en las legiones romanas asumiendo distintas funciones». El propio Ricardo Cagigal, creador y responsable del taller de reconstrucciones históricas que romaniza Zarautz por segundo año consecutivo e hizo lo propio con Vitoria hace unos días, afima que «estamos encantados de protagonizar estas Jornadas, pero lo propio es que la tradición pase a manos de los várdulos, ya que eran ellos los que estaban aquí asentados».
Las Jornadas, enmarcadas en el proyecto de convertir el Museo de Arte e Historia de Zarautz en un museo vivo, tienen como objetivo fundamental la divulgación histórica a través de fórmulas atractivas para el gran público pero sin renunciar en absoluto ni a la verosimilitud ni a la verdad que se deriva de años de investigación, tanto en la recreación de los hechos como en los elementos -trajes, armas, tácticas y técnicas...- que se utilizan para ello. Un rigor que se extiende a una cuestión que ha provocado algún que otro comentario: el nombre de la Legión -la cuarta Macedónica- cuyo ordinal está escrito con cuatro 'palotes' no porque se trate de un lapsus sino porque la V -imprescidible para el IV- llegó más tarde...
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