Paisaje y paisanaje
Durante siglos fue una de las villas más poderosas de la provincia y conserva muy bien su carácter medieval. Es uno de los ejemplos más completos y más vivos para comprender cómo nació y creció Gipuzkoa.
ANDER IZAGIRRE
(www.anderiza.com)
Segura: el nombre no ofrece dudas sobre su principal cualidad. Se trataba de una de las villas guipuzcoanas mejor defendidas de la Edad Media, construida sobre una colina, rodeada por murallas, fosos, puentes levadizos y portales custodiados por torreones. La pared de la iglesia también formaba parte de la muralla y el campanario se asomaba como un mirador excepcional para vigilar los caminos de los alrededores.
Esa era la idea: controlar una ruta principal. Porque la fundación de la villa tiene mucho que ver con un gran boquete que se abre en la sierra de Aizkorri, el túnel de San Adrián, atravesado por una calzada de la que ya existen referencias en el siglo XI y que unía la Llanada alavesa con la costa guipuzcoana. Por ese paso natural, que se abre a 900 metros de altitud entre montañas de 1.500, empezaron a transitar peregrinos, mercaderes, viajeros, y así el valle del Oria se entrelazó con la gran trama de caminos de la Europa medieval. Por eso el rey castellano Alfonso X el Sabio ordenó fundar Segura, una fortaleza habitada: para proteger el camino, asegurar el transporte y fomentar el comercio.
Segura es probablemente el ejemplo más vivo y mejor conservado para mostrar cómo nació y se desarrolló la actual Gipuzkoa, cómo se poblaron y se urbanizaron los valles y las costas. La primera villa fue San Sebastián, fundada en 1180 por el rey navarro Sancho el Sabio, quien pretendía abrir un puerto marítimo para su territorio. Pero al poco tiempo, alrededor del año 1200, Gipuzkoa se separó de Navarra y se arrimó a la Corona de Castilla. Por eso, todas las demás villas del territorio fueron fundadas por monarcas castellanos. A veces los propios habitantes pedían la carta de fundación, pero casi siempre era la Corte la que decidía en qué lugares estratégicos convenía levantar nuevas poblaciones.
Las fechas de nacimiento de los pueblos guipuzcoanos dicen mucho sobre las políticas pobladoras de la época. Nada más hacerse con el control del territorio, lo primero que hicieron los reyes castellanos fue asegurar la costa cantábrica: entre 1203 y 1237 se fundaron Hondarribia, Getaria, Mutriku y Zarautz. El siguiente paso consistió en reforzar el valle del Oria, un pasillo crucial que unía Castilla con los territorios que los reyes poseían en Aquitania y con el resto de Europa, y a la vez una comarca amenazada por su cercanía con el reino enemigo de Navarra. No hay dudas sobre las intenciones de Alfonso X el Sabio. En 1256 fundó tres villas de una tacada, todas en la orilla del Oria: Tolosa, Ordizia y Segura.
La fortificada Segura se convirtió en una villa poderosa, capital de la región. Tenía derecho a armar un pequeño ejército propio, a aplicar la jurisdicción civil y criminal y a organizar el mercado de la comarca. En 1384 nueve pueblos y aldeas se adhirieron a Segura (Zegama, Zerain, Gabiria, Idiazabal, Legazpia, Mutiloa, Ormaiztegi, Astigarreta y Gudugarreta). Buscaban cobijo ante los ataques navarros, los asaltos de bandidos y las constantes guerras de linajes oñacinos y gamboínos que desangraron todo el País Vasco entre los siglos XIII y XV. Y de paso se aprovechaban de las exenciones, los fueros y los privilegios que correspondían a Segura. Más tarde también se unieron los pueblos de Ordizia, Zumarraga y Ezkioga. Y así la villa reunió un gran poder político: todos aquellos pueblos le cedían sus votos en las Juntas Generales de Gipuzkoa, de modo que durante un par de siglos Segura contó con una fuerza cercana a la de Tolosa y San Sebastián en las grandes decisiones que afectaban al territorio.
Palacios y fantasmas
En Segura había dinero hasta para fantasmas. Al calor del poder político y de los grandes negocios, ciertas familias amasaron fortunas y levantaron un buen número de mansiones. El palacio barroco de Lardizabal («el palazio que dizen encantado», actual ayuntamiento) contaba hasta con un espectro que lo recorría de sala en sala, un toque que siempre da categoría. Aquella saga de los Lardizabal se enriqueció con el negocio de las ferrerías en el pequeño valle de Urtsuaran y construyó su casa solariega en Segura a finales del siglo XVII. Entre otros personajes prominentes, allí nació Martín de Lardizabal, que fue alcalde de Madrid y Comandante General de Caracas.
Segura vio correr el dinero gracias a su posición estratégica en el camino, a los transportes, el alojamiento, el comercio y la aduana, pero especialmente fue la época de las familias del hierro. Las ferrerías, primera industria de Gipuzkoa, forjaron los linajes aristocráticos en las villas principales como Segura. El terreno abrupto de la provincia sólo era apto para la agricultura y la ganadería de pequeña escala, así que los guipuzcoanos se buscaron la vida con otros negocios: astilleros en la costa, ferrerías en el interior. El hierro fue el oro guipuzcoano. Daba trabajo a madereros, carboneros, mineros, transportistas, herreros, almaceneros y vendedores. Y con las fortunas del hierro se construyeron los palacios más vistosos. Segura es un museo viviente de esas mansiones: el palacio gótico de los Gebara, los barrocos de Balenzegi, Jauregi y Lardizabal, el palacio Arrue con su galería mudéjar...
No sólo destacan las mansiones nobles: la casa Ardixarra, del siglo XVI, es una joya de la arquitectura urbana. Se trata de una de las casas más antiguas de todo el País Vasco, de las pocas que se conservan con estructura de madera, y constituye un ejemplo único de las casas-taller que construían los maestros artesanos o los comerciantes de clase media. Porque la artesanía y el comercio también florecieron en esa época. En la villa surgieron los gremios de carpinteros, albañiles y herreros, con sus maestros, oficiales y aprendices; se abrieron posadas para albergar a los caminantes, jinetes y mensajeros que llegaban por el camino real; los letrados y los escribanos trabajaban a destajo en aquella economía boyante.
Decadencia oportuna
El camino trajo la prosperidad y encendió aquel brillo de la burguesía; el camino se llevó los negocios y apagó los brillos cuando lo desviaron por otros lugares. El nuevo trazado de las rutas principales acabó con el auge de Segura pero la decadencia ya venía de largo. El declive comenzó en el siglo XVIII, cuando las aldeas de su jurisdicción pidieron de nuevo la independencia y la consiguieron, después de pagar cuantiosos impuestos a una Corona de Castilla abrumada por las deudas y encantada de cobrar por otorgar competencias a los pueblos. En el siglo XIX llegó el declive de las ferrerías, por la competencia de los altos hornos alimentados con carbón mineral, y algunos de los negocios más rentables de la comarca tuvieron que echar el cierre. El golpe final llegó a mediados del XIX, cuando la carretera nacional se trazó a través de Etxegarate y la vía del tren se tendió entre Otzaurte y Legazpi. Quienes quedaron fuera del camino principal quedaron fuera de juego: la vecina Zegama, por ejemplo, contaba con 159 albergues para viajeros en 1876, y en 1910 ya no existía ninguno. Segura, sin el control sobre los pueblos de la comarca y apartada de las rutas comerciales, también languideció.
La suerte de Segura consiste en que ese aislamiento le impidió la industrialización y el desarrollo pero le dotó de la mayor ventaja con que cuenta hoy en día: el pueblo apenas ha vivido cambios en los últimos dos siglos y es la población guipuzcoana en la que mejor se ha mantenido el trazado típico de una urbe medieval. El casco, en forma de almendra, está recorrido por tres calles paralelas que se unen en un extremo; y la calle Mayor se corresponde con el Camino Real que atravesaba la villa. También mantiene las puertas de la muralla, con los nombres que indican las distintas direcciones que tomaba cada camino: el Portal de Arriba o de Castilla, el Portal de Abajo (salida del camino hacia la costa), el Portal de Navarra, el Portal de Zerain, también el Portal de Jauregi Y un conjunto de edificios en los que destacan los palacios y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, con aires de catedral y una de las mejores obras del gótico vasco.
Y además de las famosas procesiones de Semana Santa, desde hace unos años los habitantes de Segura organizan en verano una fiesta medieval en la que han llegado a participar trescientas personas vestidas de época, mostrando los trabajos y las costumbres de la época más esplendorosa de esta villa. El pueblo ha sabido jugar sus bazas: ya que no pudo dar el salto a la industrialización, se ha especializado en la Edad Media.
*Cómo llegar:
Por la N-I hasta la salida 416 (Idiazabal-Segura-Zegama). Aquí tomamos la GI-2637, que nos lleva hasta Segura.
Visitas: En un paseo breve por el casco de Segura se pueden observar los palacios, los templos, las puertas de la muralla Para apreciar mejor la visita, es recomendable acudir primero a la Casa Ardixarra, que acoge la oficina de turismo y el Centro de Interpretación Medieval. A través de vídeos, maquetas y paneles atractivos, conoceremos con detalle la historia de Segura, su peculiar urbanismo, la organización de los gremios, las luchas de bandos, la vida cotidiana en la Edad Media (Kale Nagusia, 12. Teléfono: 943 801749. Más información: www.seguragoierri.net).
Itinerario señalizado: También está señalizado el recorrido de Madura (con el título El agua, fuente de vida). Se trata de un paseo por los alrededores de Segura que permite conocer presas, ferrerías, lavaderos y canales.
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