martes, 29 de enero de 2008

De San Valerio a Santa Águeda (Mondragón)

San Valerio, San Blas y Santa Agueda encarnan las tres festividades que preludian la próxima primavera. Su fervorosa celebración desde épocas inmemoriales ha decaído notablemente en la sociedad actual.

KEPA OLIDEN
ARRASATE. DV.

San Valerio, San Blas y Santa Águeda se agolpan en el calendario que preludia la primavera próxima a llegar. Son tres festividades de honda raigambre tradicional pero cuya vigencia se va diluyendo en la vorágine de una sociedad actual dominada por la pseudocultura audiovisual.

Pero la historia nos enseña que estas tres celebraciones, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, gozaron del favor de los mondragoneses durante siglos y siglos. Y aún hoy perviven algunos ritos, como son los coros de Santa Águeda.

La tradición del «santaeske», en que los «santagedamutilak» reciben diversas viandas en pago a su interpretación de las antiguas coplas de salutación, queda actualmente restringida a la víspera de la festividad de Santa Águeda, esto es, el 4 de febrero. Se trata del último vestigio de una costumbre que tiempo atrás arrancaba el día de San Valerio (29 de enero) y era protagonizada por los monaguillos de la parroquia de San Juan Bautista.

Como recoge en sus apuntes el desaparecido historiador local José María Uranga (1916-2005), «durante los días anteriores al 5 de febrero, desde el día de San Valerio y empezando por aquel barrio, los monaguillos de la parroquia recorrían los caseríos de los barrios pertenecientes a la misma, así como las casas de la calle, cantando los versos de la santa y las coplas de salutación y postulación. Recogían así algún dinero y productos (comestibles), en compensación por los servicios que prestaban durante el año en la iglesia».

Los monaguillos no eran, sin embargo, los únicos en echarse a los caseríos y calles a realizar el «santaeskean». Durante los dos o tres días previos (a la festividad de Santa Águeda), «algunos asilados del Santo Hospital hacían los mismo postulando alguna limosna para este centro benéfico». Con todo, subraya Uranga, «era la víspera de la santa cuando grupos de mozos, ataviados con blusas, boinas y bastones y siempre acompañados de un acordeonista, hacían la tradicional ronda, cantando las coplas de la santa y otras alusivas a la esplendidez o tacañería de los donantes, así como a la hermosura de las doncellas o a la dignidad de la 'etxekoandra'.

San Blas

Otras costumbres, como la bendecir panes y rosquillas por San Blas (3 de febrero), perduran todavía en las iglesias de Mondragón, pero la romería históricamente se celebraba en la ermita de San Josep desapareció con el abandono y ruina de dicha capilla en 1958.

La disolución en aquel año de la Cofradía de San Josep, a la que pertenecía dicha ermita, abocó a la ruina a este pequeño templo.

En él se guardaban, además de las figuras del patrón San Josep y de la Virgen Blanca, las imágenes de San Andrés y de San Blas. Ambas procedían de la desaparecida ermita de San Andrés que existió en Bedoñabea hasta su clausura en 1770.

La veneración por San Blas se mantuvo en la ermita de San Josep hasta su clausura.
Uranga afirma que era costumbre extendida «acudir a ofrendar rosquillas y merienda a San Blas para que protegiera la garganta de los niños y les soltase el habla». No hay que olvidar que San Blas es considerado el abogado de los males de garganta y protector de los niños.

Al obispo de Sebaste (Armenia), martirizado por los romanos en el año 316, se le atribuye la curación milagrosa de un niño moribundo a causa de una espina atravesada en la garganta.

San Valerio

Y dejando el primero para el final, San Valerio, patrono de los legendarios venaqueros (mineros) de Mondragón, cuya festividad se celebra el 29 de enero, gozó de enorme veneración en la villa. No en vano, los mineros o venaqueros que desde tiempos inmemoriales se dedicaban a la extracción de mineral de hierro en las venera de Udalatx constituían, ya en tiempos de la fundación de la villa de Mondragón -en el año 1.260- una de las más notorias y poderosas organizaciones de que se tiene noticia en la historia local: la Cofradía de Venaqueros de San Valerio.

Los cofrades de San Valerio tenían su sede social en la ermita del mismo de Mietzerreka, y su actividad profesional, social y espiritual estaban tan bien establecidas que en 1434 redactaron unas Ordenanzas que el rey castellano Juan II sancionó en 1437 y que copió para regular la actividad minera en todo su reino.

Cofradía de San Valerio

La Cofradía de San Valerio, cuyo origen podría perfectamente ser muy anterior a las Ordenanzas redactadas en en 1434, fue languideciendo poco a poco a medida que se fueron agotando los yacimientos de hierro en el siglo XVIII. La Cofradía aún perduró hasta su disolución el 4 de diciembre de 1958.

En el caso de los venaqueros de Mondragón la prohibición de trabajar los jueves era taxativa, vestigio de la semana pagana vasca: astelehena (lunes), asteartea (martes), asteazkena (miércoles) eta jaia (jueves). Por influjo del cristinanismo, tampoco se podía trabajar los domingos.

El incumplimiento de descansar los jueves incluso estaba penado con una multa de mil maravedíes. Obviamente, las sanciones se producían como consecuencia de la denuncia de algún cofrade. Previendo la posibilidad de disputas entre denunciante y denunciado, las Ordenanzas estipulaban que en el caso de suscitarse algún pleito, se exigiría a ambas parte juramento ante San Valerio, y quien diese falso testimonio era penado con una dobla de oro.

Esta medida demuestra la devoción que los venaqueros profesaban a su patrón. La leyenda popular atribuye a la presencia del propio San Valerio en Mondragón el origen de tal devoción.

La creencia sostiene que el santo, a la sazón obispo de Zaragoza, se escondió en la cueva de Galarra en su huida a Francia tras ser expulsado por el emperador Daciano de la todavía romana ciudad de Cesaragusta en el siglo IV.
En cualquier caso, la antigüedad de esta devoción concordaría con el carácter inmemorial de las explotaciones mineras que se venían desarrollando en las faldas de Mietzerreka ya desde antes de la llegada de los romanos.

La tartamudez del santo

Otra leyenda popular atribuye a San Valerio el defecto de la tartamudez. No falta, sin embargo, quien como el sacerdote arrasatearra Ibon Aperribai, rebate esa creencia argumentando que el santo nacido en Roda de Isábena (Huesca) pudiera ser que no se desenvolviera muy bien en latín -a la sazón lengua oficial del imperio durante su episcopado en Zaragoza- porque su idioma materno bien podía ser el euskara.

Para Aperribai no resulta aventurado pensar que en la localidad oscense de Roda de Isábena, al igual que en toda la actual provincia de Huesca, «se hablaba el euskara».
Esta teoría se fundamente en la ingente cantidad de topónimos de origen euskérico que pueblan aquellas tierras oscenses.

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